Por Erwin Quintupill
Como muchos, la primera vez que
me enteré de la existencia de Matías fue cuando era llevado – ya sin vida – por
los peñi que no querían dejar su cuerpo a disposición de la policía que los
perseguía. Fue en la mañana del 3 de enero de 2008, mientras escuchaba la Radio
Bío Bío. De pronto se interrumpe la programación para dar la noticia de último
minuto. Escucho hablar al locutor y al mismo tiempo la voz de un peñi que
anuncia que van huyendo con el cuerpo a cuestas… El llamado tenía como
propósito impedir que los carabineros manipularan el sitio del suceso y el
cuerpo mismo, y de ese modo ocultaran las pruebas del asesinato. No sigo más,
porque – probablemente – la mayoría de quienes leen este blog conocerán esa grabación…
Sin embargo, a mí – una vez más – se me apretó el cuerpo y sentí que lloraba;
pero, en silencio, sin voz… Mucho tiempo atrás, durante la Dictadura, me
ocurrió lo mismo cuando la ACHA mató al peñi Manuel Melin. En esa ocasión no
hubo justicia. En el caso de Matías, pensamos que, tampoco[1].
Afiche. Temuco, enero 2014
Fotografía: Erwin Quintupill
Afiche. Temuco, enero 2014
Fotografía: Erwin Quintupill
A fines del 2013 se anunció la
realización de un acto público, en una plaza de Temuko, ocasión en que se
presentaría un libro con poemas escritos por Matías. ¡Enorme sorpresa!, aunque
su madre – Mónica – me había comentado un par de años antes acerca de la
existencia de los escritos y también sobre el deseo de publicarlos. No pude
asistir al acto y por eso la visité a mediados de enero, para conseguir el
libro. Ahora les comparto parte de él.
Son 23 poemas, uno por cada año
de edad que Matías tenía al momento de entregarnos – sin retorno – su
existencia. Fue una decisión de la familia. Mónica me dijo que los poemas
estaban dispersos en libretas y cuadernos, que no tenían fecha y que por ello
era difícil ordenarlos. Agregó que un día, con Catalina, se consultaron acerca
de cuántos poemas debieran incluirse. 23 pues – se dijeron – como los años que
tenía. Es seguro – entonces – que hay más y que algún día – probablemente – los conoceremos.
El libro se llama EL ABRAZO DEL
VIENTO (Editorial Quimantú, 2014). Un dato no menor es que la editorial no
consideró este conjunto de versos como un documento histórico, dadas las
circunstancias en que Matías falleció, sino que propuso a la familia hacerlo
parte de la Colección “Poesía a toda Costa”. Al leer el conjunto así se
confirma. Se observa claramente que Matías era un joven sensible no sólo por la
lucha de nuestros derechos, sino también frente a otros asuntos cotidianos del
vivir. Se puede decir que no hay un continuo en la forma de sus textos, que no
es una poesía madura y mucho más… al final de cuentas, hay tantas lecturas como
personas leen. Para mí es cuestión de oficio. De no haber partido, a esta fecha
quizás estuviera escribiendo mucho mejor que varios/as. Por eso, comparto
plenamente que los textos de Matías constituyen una expresión de la poesía
mapuche contemporánea.
El libro cuenta con la
transcripción al mapuzugun (según alfabeto Raguileo) de dos poemas, realizada
por el peñi Elías Paillan, y también de ilustraciones a cargo de Rolando
Millante. Incluye una presentación breve de la Editorial; palabras, también
breves, de la familia; una reseña biográfica de Matías y una reflexión del peñi
historiador Fernando Pairican.
El viento
Desde tiempos remotos, su
presencia ha tenido un protagonismo importante en nuestras vidas. Curiosamente,
la familia decidió el título del libro, tomado de uno de sus versos:
¿Cuándo fue que (el) hombre
dejó de sentir
el abrazo del viento
sobre la piel de su espalda?
Él nos anuncia las condiciones
ambientales que se nos aproximan. También nos contribuye en la separación de
los granos de la paja que los envuelve, traslada el polen de las plantas,
colabora y juega con los pájaros, arrastra las nubes, conduce las lluvias,
amaina la intensidad de los rayos solares, nos acaricia y también nos hiere,
traslada los sonidos lejanos y los aproxima, lleva las voces. El viento… El viento…
Vi gente
cantando con
la voz del pueblo,
por las calles intentando
a cada paso
hacerse cómplice
del viento.
(…)
De pronto se
oye un lamento
tirado en una esquina
sin sus alas
yacía el viento
ebrio, llorando y sangriento.
Sí, aunque sólo tres de los
poemas lo mencionan – al viento – se percibe su presencia en todo lo demás. Era
el viento…
Pertenezco a esta tierra
pero me siento extranjero
cuando miro como juega
el viento con tu pelo
En sus breves e intensos años se
alcanza a notar que vivió en plenitud, más aún a partir de su regreso al sur…
A ratos, se acerca al hip hop que
– probablemente – gustó. La rima del siguiente poema lo confirma, aunque el
discurso se aleja un poco de la forma que en su época tenía esta propuesta
musical. (Espero no equivocarme en esta apreciación. No soy especialista en ese tipo de música). En realidad, me parece
más cercano a lo que escuchamos a “Calle 13”; pero, esa agrupación ¿la habrá
conocido Matías?
No soy ni nunca he sido
un prisionero
me rebelo frente a todo
y no me vendo por dinero
la gente me dice
que parezco un pordiosero
y a vos qué te importa
soy un perro callejero.
Camino por la calle
pateo un basurero
no lo hago por ser malo
lo hago porque prefiero
la mierda en la ciudad
y no en la tierra que quiero,
que te comas tu basura
y mueras en tu vertedero.
No soy normal
soy consciente
y no me importa
lo que diga la gente.
No soy un fiel siervo.
No soy como tú,
del poder del Estado
que paga por su esclavitud.
Podemos observar a un hombre
joven que camina entre dos mundos. Si bien su existencia primera fue urbana,
poco a poco se fue aproximando a las raíces. El entorno fue propicio… “Al cumplir 18 años suspendió su cuarto
medio, iniciando sus estudios de mapudungun, guitarra, filosofía e historia”,
relata la reseña biográfica que acompaña a estos versos. Llama la atención la
segunda estrofa, pues declara subliminalmente una realidad que nos afecta. Es
común que la gente de ciudad vaya a dejar sus basuras en nuestros caminos, muy
lejos de lugares habilitados para el depósito de sus desechos. La falta de
conciencia solidaria del citadino es un hecho palpable y que Matías observó –
posiblemente – de manera directa. Asombra la falta de sensibilidad, el
desconocimiento de la gente de ciudad, que viven – permanentemente – en el
desequilibrio. (Me refiero a la mayoría de ellos). No sólo nos desconocen, porque el sistema educacional chileno lo
hace así, sino que además, menosprecian lo rural y en particular lo mapuche. ¿De
qué otro modo podemos interpretar ese hecho, cada vez más recurrente, de
utilizar nuestros espacios, nuestro territorio como botadero de sus
desperdicios?
Entrada a Ragintubewfv (Entre Ríos). A un costado del camino entre Temuco y Nueva Imperial.
Octubre, 2010.
Fotografía: Erwin Quintupill
Entrada a Ragintubewfv (Entre Ríos). A un costado del camino entre Temuco y Nueva Imperial.
Octubre, 2010.
Fotografía: Erwin Quintupill
Variados son los temas que aborda
el autor en tan pocos versos. Notable es la descripción que realiza de las
manifestaciones afectivas no sólo a la pareja, sino que a todo lo que tiene a
su alrededor.
La libertad mueve a mi pueblo
el amor mueve montañas
mi pueblo no las mueve, las conserva
Lo único que echo de menos, no se
lo atribuyo a él, porque si este libro hubiera nacido de su voluntad,
probablemente lo habría sometido a una revisión rigurosa. Me refiero a que
faltó una corrección que facilite la lectura de las muchas personas que aún
habiendo finalizado la enseñanza media no han aprendido a leer. Por ahí, su
madre me habló de querer mostrar los textos como fueron escritos. Entre las
palabras que la familia entrega al inicio del libro hay una declaración: “Como él, estaban escritos sin normas, sin puntuación, sin estrofas
definidas y así decidimos transcribirlos textualmente.”
Como sea, es un libro pequeño que
invito a leer con alma. A muchos/as sorprenderá, sobre todo a aquellos/as que
no están comprometidos con “la causa mapuche”. Por eso, aquella persona que lo
tenga, difúndalo, compártalo… es una voz nuestra que permanecerá, llevada por
el viento.
Para finalizar este comentario,
un poema de amor del inquietante Matías:
Dime quién podría
probar el sudor amargo
de tu sombra clandestina.
Quién podría
tocar tus ojos
sin morir.
Un regalo del rocío
llega a mi puerta
y cuando la abrí
no pude
dejar de ver el cielo
en tu mirada.