lunes, 12 de noviembre de 2012

WEICHAPEYUCHI ÜL:

cantos de guerrero, algo más que aire vibrando.

Por Carlos Henrickson

La poesía mapuche ha tenido un mal destino en la jerarquización improvisada y oculta (mas no por eso menos efectiva) que se efectúa continuamente en la historia de nuestra literatura. La justificación para su existencia fue el rescate etnográfico o histórico, hasta que se fue haciendo útil para ciertos sectores de la vida política o cultural chilena que permitieron, en la medida de la adecuación a sus fines respectivos, que fuera apareciendo una posible contemporaneidad de la poesía mapuche: precisamente en la misma medida en que las incipientes agrupaciones mapuche iban pasando a ser permitidas y el mapuche mismo iba dejando de ser visto por la sociedad como el bárbaro odioso e irracional que las instituciones retrataban, desde el Gobierno y las Fuerzas Armadas hasta la Academia y la educación al nivel más primario. Hasta hoy podemos ver repetidos cada uno de estos momentos en el presente: al menos tanto el menosprecio antimapuche, como el uso de la cultura mapuche para fines políticos en todo el abanico de la política chilena son expresiones cotidianas en nuestra vida social y cultural.

Es preciso tener esto en cuenta al leer Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero. Antología de poesía política mapuche (Santiago: LOM, 2012) de Paulo Huirimilla (Calbuco, 1973), para saber que el desarrollo de poéticas propias por parte de los mapuche no ha sido ni siquiera en apariencia un camino natural y armonioso -como aparentan falazmente ser los desarrollos de las literaturas nacionales en el no asumido mestizaje latinoamericano-; la posibilidad de una poética mapuche siempre ha estado envuelta en lo que desde acá llamamos política (y no tenemos otro modo de llamarle, ya que es la única forma en que desde Chile podemos ver la apelación primordial que está detrás de la lucha mapuche). Lo mapuche no deja de revelar, desde la más inocente referencia etnográfica, un desafío a un virtual y no construido ethos chileno, y es inevitable que esta apelación implique en sí misma una subversión política en el campo literario de nuestro país. Sin embargo, también en sí misma reclama su lectura como parte en tal campo literario.

Huirimilla es absolutamente consciente de esto, y por ello titula así esta selección, que se sabe en un riesgo crítico. A través del libro, podemos ver una efectiva continuidad de fondo entre las dos secciones del libro (Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero, y Poetas mapuche contemporáneos), que sería mucho más notoria y confirmada si se hubiese adjuntado notas biobliográficas (se nos pierde, por ejemplo, la relevancia histórica de algunos de los autores de la primera parte, y que Hernán Deibe no constituye un autor, sino un recopilador de textos). No obstante tal continuidad, la selección es notable al mostrarnos una amplia variedad de poéticas, que desmienten de plano una lectura simplista y reduccionista: en este sentido, si era uno de los objetivos de Huirimilla, está absolutamente cumplido el mostrar a la poesía mapuche como una presencia compleja y, como tal, un desafío en sí misma la sistema literario chileno.

Resulta particularmente interesante que Huirimilla sea uno de los primeros en presentar de forma expresa la continuidad que, de fondo, representa la irrupción en los últimos años de una poética mapuche urbana que es capaz de usar procedimientos que expresan una situación crítica ante la asimilación de la cultura de masas y la constitución de subculturas en la marginalidad (es el caso de David Aniñir o Tamy Meulén), con la aspiración a constituirse con poderes plenos dentro del campo literario chileno, que constituyó el momento inmediatamente anterior (con nombres de tan segura mano como Bernardo Colipán, Jaime Huenún o el mismo autor de la selección). La relectura de la historia, propia y ajena, es lejos el índice más interesante de la selección; no obstante en ella estén representadas también vertientes más ingenuas dentro de la tradición de la tradición de la poesía combativa.

Weichapeyuchi ül es, sin duda, un hito, y su mayor virtud puede ser dejarnos a la espera de lo que pueda decirnos la poesía mapuche en los tiempos que corren. En un momento en que a los chilenos se nos olvidó la sociabilidad más básica y la palabra sólo sirve para expresar su propia inutilidad, Huirimilla nos recuerda que –a veces- la poesía es más que aire vibrando.

En. El Desconcierto. Año 1, Nº 5, noviembre de 2012.

ME PREOCUPAN ESAS VOCES

(Marta Trecaman – Vilcún)

Me preocupan esas voces
las que nombran y murmuran
tus acciones
Bajo el girar de hélices te confundes
cobijado
entre el agua y los helechos
Palpita el corazón de los coligües
El vuelo de las balas no te alcanza
existe un halo protector en esta tarde
como en otras
que se viene desde el este y que te calza
Me preocupan las angelicales voces
eclesiales
que disfrutan el sadismo de la muerte.

Trecaman, Marta. Entre lunas neónicas. Comarca Ediciones, 2012.

ÜLÜ TUN

(Marta Trecaman – Vilcún)

Ülü Tun
Los remedios verdes
orillean el camino
Silban las pifilkas amadas
junto al cuerpo
me elevan entre flores
brotantes del kultrún
que nombra desde el antes de nacer

Al foye encuentro
en su caricia perfumada
y me colma de consuelo.

Trecaman, Marta. Entre lunas neónicas. Comarca Ediciones, 2012.

ROSA

(Erwin Quintupill – Saltapura)

Este viejo poema fue incluido en la antología “Epu mari vlkantufe ta faciantv. 20 poetas mapuche contemporáneos”(Huenún, Jaime. LOM, 2003).

Rosa y los suyos – mi amigo José y sus hijos – están bien. Bastante crecidos los últimos, ignoran la existencia de este poema emocionado que me surgió del coraje de su joven madre.



Cuando supe lo de ti, Rosa
se me volcó el pecho desde adentro,
se me apretaron las sienes
y pensé en tu rostro moreno,
en tus pies semidesnudos,
en tus días de incertidumbre,
en el fogón de tu casa,
en las gotas de lluvia que a veces me han mojado.
Pensé en tu rostro serio,
en tu seno desnudo,
en tus hijos creciendo, Rosa.

No pude llorar, no quise.
Miré la puerta abierta de mi casa
y pensé de nuevo en el patio de la tuya,
los manzanos y las gallinas,
tus hijos corriendo,
el sol del verano.
Miré las nubes.
Está claro que la primavera se nos acerca, Rosa.

Apreté las manos en la madera de la silla
y sentí la humedad muy dentro de mis ojos.
No lloré, no pude, no quise.
Recordé tu blusa floreada de cuando él, tu marido,
te llevó a la fiesta, unos tres años atrás.
Tus manos preparando huevos
y el pan caliente que sacas desde las cenizas, Rosa.

No quería pensar en nada que no fueran los recuerdos,
como si no estuvieras,
como si nada hubiera ocurrido.
Pensé en el sonido, en el aviso
de que algo ya no estaba
“de mi niño cayendo entre las aguas”
y tú sin ver, sin escuchar, sin llamar a nadie
cayendo también entre las aguas,
pero no cayendo sino lanzándote a las aguas,
a la profundidad del pozo en el patio de tu casa, Rosa.

Pensé en José, mi amigo, tu marido, Rosa.
Pensé en lo no ocurrido,
en mi padre y mi madre que ya no están.
Pensé en tu cuerpo cayendo en la oscuridad
buscando con las manos con los ojos y los pies
hasta alcanzarlo, hasta encontrar ese pequeño bulto tibio,
regordete semiflotando abajo en el fondote lo nunca imaginado.

No voy a negarlo, Rosa,
no quise, no pude llorar.
Pensando en lo impensado, en lo nunca imaginado,
en la grandeza, en tu grandeza bajando hacia el abismo
de la vida o de la muerte,
en tu tibieza de madre joven, preñada y vuelta a preñar,
en el calor de tus panes y también de tus miradas,
en el querer la vida de tus hijos
del mismo modo que alguien alguna vez quiso la vida que ahora tengo.

En: Huenún, Jaime; “20 poetas mapuche contemporáneos”. LOM Ediciones, 2003.

MAMÁ

(Mauricio Waikilao – Yeupeko)

Estoy de pie sobre el mallín
en medio de la siembra de trigo
interrogando a los ingredientes de la espiga
y de la zarza parrilla
Puedo guardarme las confesiones del zorzal,
desencriptar los ladridos de mi perro,
llamar desde aquí con un gesto de mi mano
al roble cansado
y absorber cariñosamente toda su extensión
rugosa: entre mis brazos
Soy capaz de navegar hasta el origen
del menoko
y trazo desde allí una nueva ruta al sol;
tengo el poder incesante de amar con sufrimiento
a esa mujer Angelical que me construye
Pero toda esta capacidad determinante
sobre la voluntad, las cosas y los seres
se fraguó primero en la biología generosa
y radiante de la mano que me sostiene:
Mi Madre,
que en su amor de humana fecundante
he recibido también el don de amiga, hermana
y padre
La enfermedad que ronda siempre
con envidia fatal
no toca el alma de mi madre
ni su ánimo ni la ternura fibrosa
de su labriego corazón de abuelita
La flojera de pone de rodillas
cuando escucha los pasos de mi madre
Los alimentos hacen fiesta en las cacerolas
de mi madre,
ningún desafío hace barricadas
en el camino sinuoso de mi mami.
Mami
no importa, te digo que no importa
que tu esfuerzo por criarme
lo hayan ignorado
como a tus riñones sirvientes
en las casas de los ricos
Yo,
que aprendí a jugar con las ideas
y con la herencia ilustre de tu trabajo
te aseguro que triunfaremos;
infinitaré nuestra fortuna familiar
para que nunca más tengas patrones ni humillantes.
Mami,
tengo una profesión y un oficio admirable:
soy lenguaraz del viento y vocero de la libertad.

Mami:
Si como señal de nuestra lucha
tu pena persiste
mi deber es seguir resistiendo.

En: Revista Mapu Ñuke. Temuco, octubre 2011.

miércoles, 31 de octubre de 2012

ME SUBO A LA MESA TOMO MAMADERA MI MAMÁ ME PEGA YO LE PEGO A ELLA


                                     
                    El mundo en el que nacemos, todos cada uno de nosotros, es nuestro mundo.
                                                                                                 J.M. Coetzee. Diario de un mal año.

Tuviste que salir de lo conocido, de esa comunidad donde todos eran una familia. No había espacio, no había tierra, no te quedó otra alternativa. Llegaste a una ciudad gigante, con edificios y autos carísimos, muy diferente a lo que estabas acostumbrada. Tuviste que aprender a hablar bien el castellano, porque se burlaban de ti y pensaste que mientras más leías mejor era tu pronunciación. Y leíste y leíste y así te aprendiste la biblia de memoria y tu pronunciación es muy buena; aunque a veces se te atraviesa el artículo y dices “el niña salió”, pero ocurre muy de vez en cuando; o también, a veces, tratas de tú a la gente, a los patrones, porque en tu idioma, ese que aprendiste desde niña, el usted no existe, todos son tú. Y así se deslizó tu vida, pasó el tiempo sin darte tregua y fuiste una empleada doméstica que los domingos sale a tomarse un helado a la plaza y ve como la gente entra a los cines. Extrañando la comunidad, el locus amoenus que conociste y que tuviste que abandonar. La trizadura de tu corazón es tan grande que mejor ni verla, mejor planchar y lavar y cocinar. Pero sabes que algún día volverás, aunque sea después de esta vida.
También tuviste que salir. La tierra tampoco alcanzó para ti y no te quedó otra alternativa que viajar a la urbe. De primera te encandilaron las luces, la novedad fue un estímulo, un bálsamo. Luego tuviste que trabajar y sin escolaridad (sin esa escolaridad que ellos dicen que es obligatoria y gratuita) no encontraste donde. Un día un peñi amigo te consiguió trabajo en una panadería y en eso estás, hasta que jubiles. Te casaste con una mujer chilena (tú sabe que las mujeres siempre son menos racistas que los hombres, vaya uno a saber por qué). Tuviste hijos a los cuales les relatas historias de la tierra, la siembra y las ceremonias. Un rictus de abulia se dibuja en tus hijos mientras se echan en el pelo todo el gel que encontraron en el supermercado. Tú también soñabas con volver, con tu familia sí, solo nunca. Pero tu familia no sabe lo que es despertarse temprano para alimentar unos animales. Tu familia sabe lo que es levantarse temprano para ir colgando en una micro a trabajar, o para estudiar una carrera que les permita vivir con un sueldo de hambre. Y así te fuiste relegando y sólo te importaron tus hijos. Y la vida nos fue escamoteando mientras los años se nos caían encima cuando de noche una copita de vino nos consolaba el destierro, la orfandad. Y quisimos volver pero ya era tarde. El locus amoenus se fue extinguiendo como una llama sin oxígeno.

De: Ayenao, Pablo. Flúor Definitivo.

viernes, 26 de octubre de 2012

GEOGRAFÍA LITERARIA DE CHILE



En el año 2011, aparece en circulación el libro “Letras del País. Geografía literaria de Chile”, que reúne una gran cantidad de textos literarios y no literarios de autores nacidos en territorio chileno, todos ellos seleccionados y prologado por Josefina Muñoz, y publicados por el Ministerio de Educación. Incluye ese libro tres poemas de Anselmo Raguileo (“Araucanía”, “El canto del pidén” y “El boldo huacho”). Los textos fueron tomados de (García y Galindo. “Poesía Mapuche. Las Raíces Azules de los Antepasados”. Depto. Lenguas, Literatura y Comunicación. Instituto de Estudios Indígenas. UFRO, 2004).

La editora dice –en el prólogo – que el propósito del volumen son varios y destaca el “dar a conocer textos literarios y no literarios, que reflejan apreciaciones interesantes, curiosas a veces, sobre algunos aspectos del país…”, agregando que “Es también una invitación a indagar en la obra de estos autores y autoras, a descubrir y mirar con nuevos ojos el entorno natural del que somos parte…”.

Finalmente, cabe mencionar que este libro incluye trabajos de María Isabel Lara Millapan, Lorenzo Aillapan y Omar Huenuqueo.


LA POESÍA DE ANSELMO RAGUILEO


La fecha exacta en que escribió los pocos poemas que nos dejó – en total quince no lo sabemos, aunque puede deducirse de modo aproximado. Me atrevo a pensar que algunos en la década del 50 y los otros en los 60, y no más; pues las principales preocupaciones de Anselmo Raguileo fueron:

-         Superarse académicamente, en la etapa juvenil.
-         Aprehender conocimientos que le permitieran habilitarse para el desarrollo de una propuesta – con base científica de escritura del mapucezugun, durante la primera mitad de la década del 50.
-         Sobrevivir junto a la familia. (Vivió varios períodos de cesantía. Su primera experiencia matrimonial duró aproximadamente tres años. Tuvo cuatro hijos y se casó dos veces).
-         Trabajar para la organización política (Partido Comunista) a la que ingresó poco después de 1950.
-         Dedicarse a la investigación científica para la consecución de un grafemario del mapucezugun (Primero en la década del 50 y después desde 1980 en adelante; aunque es sabido que dedicó muchos otros momentos a este empeño).

De modo, entonces, que entre las principales preocupaciones del lingüista no estuvo la poesía; sin embargo escribió un conjunto de poemas que adquieren importancia porque – en su mayoría – nos lo muestran ligado a su Saltapura natal y al pueblo que pertenece.

Iniciándose el 2004 se publica el trabajo realizado conjuntamente por Mabel García y Sylvia Galindo (“Poesía Mapuche. Las Raíces Azules de los Antepasados”. Depto. Lenguas, Literatura y Comunicación. Instituto de Estudios Indígenas. UFRO) que muestra “las obras desconocidas de los primeros poetas mapuches”. Se trata de Sebastián Queupul, José Santos Lincomán y Anselmo Raguileo). Al respecto el profesor Hugo Carrasco Muñoz escribe – en el trabajo mencionado de García y Galindo – “que la poesía de Anselmo Raguileo, producto por lo demás lateral o residual en sus preocupaciones intelectuales (…) se halla vinculada sólo en forma parcial a las preocupaciones del núcleo central de la poesía del grupo dedicado primordialmente a la tarea y quehacer de los poetas. Coincide con ellos sólo en la expresión de ciertos aspectos del sentir identitario mapuche,…” Agrega que es más cercana a la expresión poética de Sebastián Queupul[1] y de Pedro Alonzo Retamal.

Ignoro las circunstancias en que Anselmo Raguileo escribió poesía; pero se me ocurre que fueron similares a aquellas que nos motivan a registrar por escritos nuestras emociones cuando nos sentimos particularmente lejanos de nuestra tierra de origen.

Él contó a su hija Ruby que al llegar Santiago no conoció a otra persona mapuche con quien interactuar, que vivió solitario y – además – muy lejos del hogar[2]. En esas circunstancias ocurrió su primer matrimonio y por ello no prosperó, a pesar de los dos nacimientos acontecidos. Entonces, él no habría logrado integrarse satisfactoriamente a la sociedad no mapuche en ese tiempo; lo intentó, pero desprovisto de la fortaleza que el hábitat propio entrega.

Debió agigantarse en su espíritu la necesidad de la cercanía con Saltapura, su gente y su paisaje. “El boldo huacho” es un poema que nos habla de un boldo que existe desde tiempos que nadie recuerda. Todos los habitantes actuales de Saltapura lo conocen, pues se encuentra a orillas de un camino público y en el terreno que perteneciera al padre de Anselmo Raguileo. Es un patrimonio viviente.

Cuando lo he visto de nuevo
vienen a mi memoria
recuerdos de otros tiempos
que jamás podré olvidar…”                          El boldo huacho


Imagen: Boldo huacho.
Fotograf{ia: Erwin Quintupill. Saltapura, 27.06.10.

También los poemas “La alborada” y “Atardecer en mi valle”, “Atardecer” y “Noche de luna” nos sitúan en Saltapura.

“Con sus cantos broncíneos
los gallos del vecindario
están rasgando el silencio”.                          La alborada

“El valle entero va cerrando
lentamente su párpado inmenso
y, las colinas allá lejos,
envueltas ya en su chal gris
acurrucadas esperan la noche.                      Atardecer en mi valle


Imagen: Atardecer.
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, enero 2008.

“Sobre el valle ya dormido,
allá, cubiertas con su negro manto,
ya están las lejanas colinas;
mas, la Cordillera de Los Andes
con su porte majestuoso,
aún levanta su blanco pañuelo,
despidiendo la apacible tarde.”                     Atardecer

“Bajo el embrujo
de tu luz mortecina
y en el frío silencio
de tu atmósfera,
los árboles emergen
de la tierra
como de un  telón
suspendido del cielo”.                                   Noche de luna



“El canto del pidén” nos sitúa en el paisaje de la tarde en Saltapura. Aunque los pidenes (pu pizeñ) emiten su sonido a diferentes horas del día, es particularmente al atardecer cuando más se les puede escuchar, justo a la hora en que el día se va. El silbido que emite – si se escucha de muy cerca – parece surgir de la tierra y puede llegar a asustar a más de algún desprevenido. El canto del pizeñ se liga a la existencia en Saltapura.

“El cherrufe” también es una experiencia “vivida” por muchos habitantes de Saltapura. Los mayores cuentan a los menores la existencia de visiones que pueden ser representaciones o apariciones del mal. Las hay de muchas formas; una de ellas es el cherrufe (cewvrfe); otras, son el ancimajeñ (anchimalleñ), el wixanalwe (guitranalgue), el uyuce (uyuche), etc. Pocas personas reconocen haber tenido este tipo de “visiones”[3].

“Araucanía” y “Antupillán” nos llevan a la historia aprendida de los antiguos, mezclada con la que nos dio a saber la escuela chilena. Nos habla del Wajmapu en los recuerdos y en la mirada futura. Nos dice de su toma de conciencia (la de Anselmo Raguileo) y de su compromiso social y político. Estos poemas seguramente fueron escritos poco antes o una vez que se incorporó al PC.

En 1968, mientras se desempeña como empleado en FAMAE, participa en un concurso de poesía organizado por esa empresa, obteniendo el primer lugar con “Araucanía”.

¿Dónde están los empinados robles,
los sombríos laureles y los retorcidos olivillos,
testigos milenarios
de esta fecunda tierra?
¿Dónde están los poderosos ulmenes,
los soberbios caciques
y los bravos toquis,
señores de la elocuencia,
de la astucia y el coraje?                                          Araucanía

Sin embargo, Anselmo Raguileo no dedicó su vida a la poesía. Antes que todo lo demás estuvo su compromiso social y político, y como consecuencia de ello su empeño por lograr una propuesta de escritura para el mapuzugun con base científica.

Aún así, no podemos dejar de mencionar que en ese grupo de quince poemas dejados por él, existen cuatro surgidos de su experiencia amorosa. Ellos son: “A mi gran amor”, “El primer beso”, “A una rubia” y “A Leonor”. Probablemente correspondan a la primera etapa de su segunda experiencia matrimonial, excepto “A una rubia”, porque su segunda esposa (Leonor) no lo fue.

Por último existen otros dos poemas: “El pregón de las arvejas” y “Lluvias de invierno”. El primero recrea el trabajo de muchas mujeres mapuche, sobre todo de las del sector de “La Vega”, ubicado al sur de Nueva Imperial y al norte de Villa Almagro, que recorrían y recorren las calles de Nueva Imperial pregonando sus hortalizas y productos de la actividad chacarera. El segundo nos habla del paisaje de invierno, un temporal en que las aguas corren hasta por las alturas, en que el suelo parece romperse con el estruendo de los truenos y la fugaz visión de un rayo intimidante surcando el firmamento de Saltapura: las lluvias del sur. Todo eso, mientras el hombre sale a mirar el estado en que se encuentran sus animales o va por ellos para llevarlos al corral, dependiendo la hora del día. Es parte de la vida cotidiana en su lof de origen, el que Anselmo Raguileo vivió junto a su familia.

Un roble viejo
se derrumba,
lanzando un prolongado quejido                   Lluvias de invierno

Hay mucho que decir, que comentar, que imaginar con la escasa poesía que Anselmo Raguileo, seguramente escribió sin la intención de transformarse en escritor. Para un habitante de Saltapura es fácil reconocerse en ellos y son una invitación a conversar y a reflexionar todos los tiempos.

¿Recordará Leonel Lienlaf que en 1995 conversábamos acerca el poco asombro que nos provocaba el hecho de que tantos hermanos y hermanas se dedicaran a escribir poesía? Nos decíamos, los mapuche poseemos una lengua que es poética; cada vez que un mapuche habla en su idioma lo hace en función de su experiencia de vida, por lo tanto en el habla se reflejan y se observan claramente una serie de imágenes que lo hacen poético. Los antiguos vl (canto tradicional) son el más claro ejemplo.

De allí entonces que, aunque Anselmo Raguileo, no se dedicara a la escritura poética de modo permanente. En los pocos escritos que nos dejó están las imágenes de la narrativa tradicional mapuche, aunque estén escritas en lengua extranjera.


[1] Sebastián Queupul es originario de Ralipitra, un lof ubicado un poco más al norte de Saltapura; de modo que sus habitantes están emparentados y por lo mismo se conocen.
[2] Entiéndase como hogar no sólo la casa habitación en que se nace y el grupo familiar que allí reside. El hogar mapuche es más que un edificio; es también la familia amplia y todo el espacio circundante (próximo y lejano), es decir, lo son también los demás seres vivientes y los componentes abióticos de nuestro lof.
[3] El autor de esta nota, también originario de Saltapura, ha tenido la ocasión de presenciar más de una visión, aunque de tipo diferente a la descrita en el poema mencionado.

FESTIVAL

Me acabo de enterar por www.mapuexpress.net

Aunque por el día y la hora, no podré asistir... Vayan aquellos/as que aprecian la poesía.

La noticia no informa acerca de quiénes estarán... Yo no fui invitado. tampoco sé.


jueves, 18 de octubre de 2012

HEYEH BEWFV


Imagen: Heyeh Bewfv. Temuko, 16.10.12.
Fotografía: Erwin Quintupill.

El nacimiento de Heyeh Bewfv me ha motivado a escribir canciones para diferentes momentos y comencé por despertarla del vientre de su madre. Pronto vendrán aquellas para dormirla, para alegrarla, para calmarla y otras motivaciones.

Es mi primer texto íntegramente en mapuzugun, y agrego su traducción. Obviamente debe ser cantado con melodía mapuche de libre elección o creación.

Nepege Heyeh

Heyeh anay, pici Heyeh.
Nepege anay, pici Heyeh.
Mvley antv.
Wixay ta antv.
Xekatuley ta wenu mapu may.
Eymi kay, eymi
petu umawtuleymi.
Mvley ta mi ñuke.
Niey fenxen poyen.
Nepege anay, nepege
Heyeh malen, anay
Heyeh rayeh, anay
Heyeh kvrvf, anay
Kajfu bewfv
Ragi bewfv
Heyeh bewfv, anay.

16.10.12
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Heyeh, pequeña Heyeh.
Despierta, pequeña Heyeh.
Está el sol.
Se levantó el sol.
Está caminando por lo alto.
Y tú, tú
todavía estás durmiendo.
Está tu mamá.
Tiene mucho amor.
Despierta, despierta
Pequeña Heyeh,
flor Heyeh,
viento Heyeh,
río azul,
centro del río,
río de aliento.

sábado, 4 de agosto de 2012

NUEVA DIRECCIÓN ELECTRÓNICA

Estimados/as:


Lamentablemente, el mail que indico para contactarme con ustedes está fallando. Entonces he creado una nueva dirección. Por favor,envíenme un mail a:




quintupillerwin@gmail.com




De ese modo recuperaré la dirección de ustedes.


Les agradezco muchísimo.




Erwin Quintupill

lunes, 23 de julio de 2012

EL COLIBRÍ CRUZÓ EL ARCO IRIS


(Miguel Utreras Imilmaqui – Osorno)

El colibrí cruzó el arco iris.
Hombre se hizo inundado de amor
al escuchar tu canto
junto al fogón de la ruca.

El humo de la leña.

La oscuridad nostálgica
en las noches de invierno.

La lluvia canta en las tejas.

Hay una mano que hace copa
para recibir el agua
que llueve de tu pelo,
que sangra
y se enloquece en la danza
de tus pies de fuego.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

LOS PASOS DEL SOL


(José Teiguel – Castro)

I
El sol baja en puntas de pie
hacia el mar
buscando un poco de agua fresca
para tomar.
En la orilla del mar azul
el sol baila disfrazado
de sargazo, de collofe,
hasta que al caer la tarde
se regresa al bosque
muerto de cansancio
        y de sed.

II
A Juanito Ancapán Mascareño
el profesor de dibujo le ha pedido
que llene una página con los medios de locomoción
existentes en el mundo moderno.
Juanito Ancapán pasa una tarde entera
pensando en trenes que no ha visto
y en camionetas 4X4 que no conoce.
Entonces dibuja un caballo de hermosa grupa
y pelaje hermoso,
con un sol en las espaldas.
Al día siguiente la clase entera
es una estampida, un galope alzado
de caballos sanos, de relámpagos niños.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

TRIN TRIN


(Temblando trémulo)

(Ramón Quichiyao – Paillaco)

La tierra que piso
y que horadan mis pies,
tiembla.
Tiembla el tiempo y el pasto verde.
Tiembla la distancia tendida junto al lago.
El valle es suave temblor rojizo
de chilcos y notros
a lo largo de la playa…

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

LLUEVE


(Carlos Levi – Selva Oscura – Victoria)

Llueve, llueve,
las lluvias te besan
como el cielo besa las estrellas.
Nuestros ojos sueñan y caminan.

Llueve, llueve
lágrima que riega su tierra,
despierta el águila de la letra.

Llueve, lluvia,
llora sangre en su marcha.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

LA ALEGRÍA


(Omar Huenuqueo – Labranza)

En la pupila de un ave
llega el sol a mi ventana.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

TRALCAO


(Amalia Andaur Huechante – Tralcao – San José de la Mariquina)

Tralcao:
el trueno,
la lluvia,
el nido
y el estero Collimaico
amarraron los sueños
y el viento
a la cintura de los
autóctonos viajeros.
Los Huechante,
los Lefno,
los Pangui,
los Manchiqueo,
los Rain
cultivaron con los winkas
los granos y la fruta
de los hijos que andan
errantes, con un pedazo
de su tierra.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

SABIDURÍA


(César Ancalaf – Hueche Ancalaf – Padre Las Casas)

Anoche mi alma galopó,
como un caballo de viento
anduvo desorientado
en busca de la sabiduría.
“¿Dónde estás?”, grité.
“Por aquí”, me dijo el árbol.
“Por aquí”, me dijo el mar.
“Por aquí”, me dijo la tierra.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

SEÑOYKAWE


(Ricardo Loncon – Lefhueluan – Traiguen)

A veces la olla se subía
desparramando el jugo de la carne
y un olor a grasa se levantaba de las grasas.
Mi abuela Elisa decía que Señoykawe,
el alma alegre del fogón,
estaba probando el sabor de la comida.

Señoykawe es pequeñito como tú,
pero mucho más travieso, mucho más.
¡Mira, él ya probó este alimento! me decía
extendiéndome un trozo de carne.

Señoykawe, diminuto remolino,
emergía desde el centro de las brasas
levantando una nube de cenizas
y desaparecía,
seguramente en dirección a otro fogón
donde se estuviera cocinando carne.

Huenún, Jaime. Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía Mapuche para Niños. Mineduc, 2011.

CRÓNICA DE FIN DE INVIERNO


(Jaime Huenún – Valdivia)

    Ayer estuvo en casa un pariente del campo. Llegó borracho y sudoroso. Cojo como es, habrá andado difícil por las calles de Osorno, con el alcohol acumulado en el tobillo del pie derecho, su hueso malformado.

    Trajo la noticia de la brutal caída de caballo de su padre, tío abuelo mío por huilliche y por marido de una de las hermanastras de mi abuela.

José Llanquilef, 89 años, carpintero, campesino, constructor de lanchas y botes, mueblista y ex dueño de un almacén y de un microbus de recorrido rural, vive por estos días sus últimos días. Ha perdido la memoria y de sus ojos se ha borrado el mundo.

    Su mujer, Zulema Huaiquipán Huenún, trajinará diminuta bajo el peso de la joroba de vejez por los pasillos del hospital de Quilacahuín.

    Pronto graznará el chonchón desde el lado siniestro de la vida.

¿Quién pide aplausos
por vivir o
por morir?
Este,
que recibió las arrugas
y las canas
como los árboles de monte, no
murió: quedó encantado.
Su catafalco va cubierto
de crisantemos y de lirios.
Nadie llora en el cortejo
que avanza entre el río
y los sembrados
de papa y remolacha.

Silencio de agua, polvo de murmullo.

Del Trumao de los trenes
al Cantiamo de las arvejas enormes;
del Trinidad de las manzanas
a la Barra del río Bueno:
que refloten los antiguos vapores varados
(el “Margarita”, el “Tres Palos”, el “Rahue”)
y que se embarquen todos
los que ya murieron.
Mañana
florecerán los arrayanes,
y los campos serán de las abejas,
y el muerto despertará la primera mariposa
bajo la lluvia de la eternidad.

Fuente: Huenún, Jaime. Ceremonias. Editorial Universidad de Santiago de Chile. 1999.

ESPERANDO A INAKAYAL


(Liliana Ancalao – Chubut – Puelmapu)

Volvió Inakayal.
Los huesos del lonko
habían permanecido desvelados
demasiado tiempo en la vitrina de un museo.
Volvió para descansar en la tierra.
Mis paisanos lo esperaban en Tecka.
Puntuales estaban allí: Fabiana y Silvia.

Las imagino celestes
El frío en las polleras
El corazón desandando la impaciencia

Las veo celestes
De espaldas a la luna
Atentas a los signos de la tierra

Sagradas y en silencio
Por no perderse ni un latido
Del tiempo aquel que regresó ese día
A tocarles las manos y los ojos
Y las halló tempranas
Sin esquivarles la mirada al viento

Merecedoras del rumor en Chezungun
…Inakayal…lonko…piwke
en remolinos
hasta aquietar la espera
del fondo azul
recortó sus figuras y las traigo
desde antes y hasta el horizonte
Antiñir
Cayupán
Anay hermanas.

En: Aliaga, Cristian. Escribir en la muralla. Poesía política mapuche. Ediciones del IMPC y Ediciones Centro Cultural de la Cooperación, 2010. Buenos Aires.

MI HOGAR

KAINJA
(Manuel Federico Atan – Rapa Nui)

Se perfora tu cuerpo
por la lluvia
clava el chuzo
excava por el dinero
tú sangras.

Quema el sol
el vapor sube al cielo
aflora la grasa de los vehículos
se secan tus raíces.

Caminan los caballos
galopan las máquinas en tu espalda
plantan flores
riegan las calles con papel de gomas de mascar

Amigo deja que nuestra isla
respire la brisa maohi (polinésico)
no la quemes con cigarrillo

Vamos, vamos
planta taro
nada en Ovahe (playa)
en nuestra isla
antes que se llene de tarros de salmón.

En: UFRO. Pentukun Nº 2. Instituto de Estudios Indígenas. Temuco, 1995.

RAPA NUI

GRACIAS ABUELITA
(Manuel Federico Atan – Rapa Nui)

Gracias
por el taro
por el plátano maduro
por la leche con zapallo.

Gracias
por la sopa de pescado
por el hígado de cordero
por las tripas a las brasas.

Gracias
por tu calor
por tus enseñanzas
por mostrarme el camino de nuestro pueblo.

Gracias por abrigarme con un pedazo de género
por ayudarme a caminar
por sacudirme las cosas negativas.

Gracias
vagina
que me hizo nacer
en Rapa Nui.

Gracias
por cuidar
a tu nieto.

Gracias abuelita.

MAURURU NUA
(Manuel Federico Atan – Rapa Nui)

Maururu
te tari vai hi
te maika para
te’u mautini.

Maururu
te siopu pua
te ate mamoe
te kokoma tunuahi.

Maururu
te haka mahana mai
te hapi te haka marama rama
te haka ‘ara i te mata ki te kaina.

Maururu te viri hai tapa kahu
te haka ha’ere
te tutu me’e rake rake.

Maururu
te komari
haka poreko i a au
i Rapa Nui.

Maururu
o te hapa’o
i tu’u makupuna.

Maururu nua.

En: UFRO. Pentukun Nº 2. Instituto de Estudios Indígenas. Temuco, 1995.

domingo, 15 de julio de 2012

La palabra es la flor, la poesía es la semilla.


En noviembre del 2011 salió a circulación el libro “Ragengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. La palabra es la flor. Poesía mapuche para niños.”, bajo la responsabilidad del Programa de Educación Intercultural Bilingüe del Mineduc y del peñi poeta Jaime Huenún, quien se dio la maña para conseguir la participación de los 32 escritores que aportaron a la antología

Después de los agradecimientos de rigor, Jaime nos entrega una larga reflexión acerca del valor de la palabra, el mapuzugun, los/as poetas y su obra, los espacios, las influencias y la poesía mapuche. Me parece pertinente compartirla, ya que imagino muchas personas no llegarán a conocer el mentado libro; ojalá me equivoque.

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Imagen: (De izquierda a derecha) Víctor Cifuentes, Graciela Huinao, Lorenzo Aillapán, Jaime Huenún, Paulo Huirimilla, Erwin Quintupill, Bernardo Colipán, Leonel Lienlaf, Emilio Guaquín. (Sentados: Maribel Mora y sus tres hermosuras que también son de Jaime).
Esta fotografía fue tomada en el departamento de Alejandro Stuart. Estábamos allí, a propósito del lanzamiento de la antología "20 Poetas Mapuche Contemporáneos"
Fotografía: Alejandro Stuart. Santiago, enero 2004.




La palabra es la flor, la poesía es la semilla.

Jaime Huenún

“La palabra es la flor” nos dice, bella y sabiamente, nuestro hermano poeta Omar Huenuqueo Huaiquinao. En medio de las infinitas labores de la vida diaria, en medio de los juegos, tareas y deberes de la escuela y el hogar, la palabra –oral y escrita- es el instrumento que nos permite no sólo comunicarnos, informarnos o registrar los acontecimientos íntimos y comunitarios, sino que también crear otros mundos y otras realidades, es decir, nuevas imágenes para nuestro tiempo y entorno.

Para ello, la poesía o género lírico es una de las expresiones artísticas fundamentales, ya que integra musicalidad, emociones, ritmos y sobre todo una visión y una comprensión de la realidad distinta a la que usualmente estamos acostumbrados. A través de la poesía, el lenguaje adquiere características especiales y se convierte en una herramienta que revela las maravillas y los dolores del mundo y de la vida. De este modo, la palabra poética nos conduce a un conocimiento de los objetos, de la naturaleza y de la humanidad que conjuga asombro, belleza e inteligencia creadora, ayudándonos a reconocer y valorar nuestras particularidades, nuestros sueños y nuestras respectivas culturas, como asimismo a descifrar los misterios del hombre[1] y del universo.

El lenguaje humano, sustento de la poesía y otras manifestaciones estéticas orales y literarias, suele definirse, en términos generales, como un sistema de signos útiles para la comunicación, pero también como un instrumento mediante el cual nombramos las cosas para hacerlas existir, tanto en nuestra cotidianidad como en nuestra memoria y espiritualidad.

Así, cada pueblo ha creado un lenguaje diferente para comunicarse y para resguardar y transmitir sus conocimientos, su identidad y su cultura. En nuestro planeta, según la Unesco, existen más de 6.500 idiomas, de los cuales en América se hablan casi 700, siendo la gran mayoría lenguas indígenas. El mapuzugun es una de esas lenguas y se ha mantenido vigente hasta hoy gracias a las enseñanzas de padres, abuelos, profesores y educadores tradicionales que en las últimas dos décadas se han ido incorporando de forma paulatina al sistema formal de educación.

Sabemos que el idioma mapuche –como muchos idiomas originarios del continente americano-, ha sufrido los efectos de la discriminación, el olvido y el abandono, pero también sabemos que a pesar de tales circunstancias aún existen más 200.000 personas que lo hablan en diversos grados de competencia y fluidez, especialmente al interior de las familias y las comunidades rurales. Muchos investigadores del pasado y del presente se han asombrado con la riqueza y las potencialidades expresivas del mapuzugun, una lengua que, según lo señalara el lingüista alemán Rodolfo Lenz en su libro Estudios Araucanos, “es armoniosa y sonora, más suave aún que el castellano y el italiano”.

Precisamente fue el profesor Lenz el primer académico que, luego de un profundo trabajo de investigación realizado en la Araucanía entre 1890 y 1897, recopiló, estudió y valoró los cantos y relatos orales mapuche. Recordemos que a fines del siglo XIX, el pueblo mapuche –o araucano como se le llamaba en aquel tiempo-, era considerado un grupo humano que no poseía conocimientos y valores culturales de importancia. Por lo mismo, que un destacado maestro e intelectual como Rodolfo Lenz planteara ante la comunidad ilustrada que los mapuche sí poseían y cultivaban expresiones estéticas orales afines a las literaturas europeas, contribuyó en cierta medida al reconocimiento y la valoración de un pueblo y una cultura postergada.

Las antiguas expresiones verbales mapuche estudiadas por Lenz, entre las que figuran el ülkantun o canto y el nütramkan o conversación en la que se comunican relatos, aún se practican en las comunidades, constituyéndose en la columna vertebral que sostiene la literatura mapuche actual. Sin duda, nuestra poesía escrita debe, en mayor o menor medida, de esas fuentes verbales tradicionales, donde la palabra humana es parte de un mundo en el que todos sus elementos están interrelacionados y conectados; donde las montañas, los ríos, los imponentes bosques, las piedras, las estrellas, los animales y las plantas poseen Zugun, es decir, la capacidad de hablar, de comunicarse en sus propios lenguajes. Así como ocurre en los ül (o canciones tradicionales) o en los epew o piam (narraciones propias de nuestro pueblo), los poemas de autores mapuche son textos donde se entrelazan no sólo emociones, historias y sueños humanos, sino que también las palabras, los dolores, las transformaciones y las maravillas de la naturaleza y del universo.

Hablamos de poetas como Bernardo Colipán, Graciela Huinao, Leonel Lienlaf, Erwin Quintupil, Faumelisa Manquepillán, Maribel Mora Curriao, Paulo Huirimilla, Lorenzo Aillapán, Carlos Levi, María Inés Huenuñir, César Millahueique, Eliana Pulquillanca, Elicura Chihuailaf, David Aniñir, entre otros y otras, quienes forman parte de una comunidad de más de cien autores que hoy escriben y difunden sus creaciones a través de diferentes medios, entre los que se cuentan los libros, los discos compactos, obras de teatro, revistas electrónicas, recitales públicos, programas radiales, videos, etc. Ellos y ellas han hecho de sus escrituras poéticas un territorio en el que se preservan y proyectan las historias comunitarias y familiares, las tragedias y negaciones sufridas por nuestro pueblo y los relatos y símbolos colectivos que sostienen nuestra identidad y nuestra memoria. Ellos y ellas, poetas de la tierra y habitantes de la remembranza y el sueño, dialogan y cantan con vivos y muertos, con los estruendosos oleajes marinos y el rumor de las vertientes andinas, con el tráfico incesante y acelerado de las grandes ciudades, pero también con el silencio luminoso de los húmedos campos sureños.

Cada uno de estos escritores, desarrolla una poesía distinta y personal, arraigada sin embargo a una historia comunitaria y a un espacio cultural y natural específicos. Des este modo, podemos leer a poetas cuyas obras están claramente vinculadas al Lafkén Mapu (territorio cercano al mar); a otros donde gravita fuertemente la Piren Mapu (la cordillera de Los Andes); y a otros tantos en los que podemos encontrar la presencia viva de la Wente Mapu (la tierra de los valles). Pero la diversidad de escrituras poéticas mapuche no se detiene ahí, ya que muchos de nuestros autores se han criado en las ciudades chilenas y por lo mismo se han alimentado de realidades sociales y culturales predominantemente urbanas. David Aniñir, César Millahueique, Roxana Miranda Rupailaf, por ejemplo, son poetas que han creado parte significativa de sus respectivas escrituras líricas a partir de la waria, es decir, de la ciudad winka. El espacio urbano –sus personajes, jergas, demandas, conflictos y contradicciones –forma parte indisoluble de sus obras. Más aún: muchos poetas mapuche[2] han tenido que emigrar a otros países, como Miguel Utreras Imilmaqui (quien reside en Noruega), y desde esa enorme distancia han debido restablecer sus lazos con su tierra de origen.

Ciertamente, en los tiempos que corren la escritura lírica mapuche no sólo se vincula a los cantos y relatos antiguos, no sólo al tuwun o territorio de nacimiento, sino que también a las tendencias y procesos poéticos actuales de Chile y otras naciones. En este sentido, muchos de nuestros poetas, si bien se alimentan de la cultura mapuche tradicional, igualmente dialogan con las obras clásicas y modernas de autores nacionales e internacionales. Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Winét de Rokha, Nicanor Parra, Jorge Teillier, Pablo de Rokha, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Gonzalo Rojas, Ezra Pound, Thomas Stearn Elliot, Emily Dickinson, Allen Ginsberg, Federico García Lorca, Ernesto Cardenal, Constantino Kavafis, Odiseo Elitis e incluso autores y autoras árabes, africanos, japoneses o de la China clásica, firman parte del amplio repertorio de poetas universales que han influido en los trabajos literarios de nuestros escritores.

Y no podría ser de otro modo, si consideramos que la sociedad mapuche se basa en la palabra dialogante, en el parlamento, en la conversación abierta y plural con otras realidades y expresiones materiales y espirituales del mundo. Nuestra cultura conserva desde hace centurias ciertos elementos -rituales, comidas, creencias, relatos, canciones-, pero también ha ido incorporando de manera progresiva otros de origen occidental –escritura, tecnologías, conocimientos, idiomas, etc.-. Como toda sociedad, la mapuche ha vivido y vive procesos de transformación  y sus producciones artísticas actuales son prueba de que algunas de tales transformaciones la han fortalecido. La poesía escrita es uno de esos cambios reveladores, constituyéndose hoy en la más reconocida e influyente manifestación cultural de nuestro pueblo. Al respecto, Grínor Rojo –ensayista y académico de la Universidad de Chile-, escribió hace algunos años lo siguiente:

“No sería raro que la poesía mapuche constituyese, en efecto, el sector más rico en el campo de la poesía chilena reciente. Digo esto porque hay en ella espacio, mundo, experiencia, memoria y conflicto, y por cierto hay también estilo y lenguaje.” (Grínor Rojo, El Mercurio, domingo 19 de agosto de 2007).

Luego de siglos de espera, podemos decir hoy que la palabra profunda mapuche es la flor que nace de la visión poética, de los trabajos visionarios y cotidianos de la poesía en los campos y ciudades que habitamos. La poesía, así lo creemos, es la semilla sembrada por los espíritus de nuestros antepasados, por las vidas y las muertes de hombres y mujeres que nombraron árboles, montañas y ríos allá lejos, en un tiempo sagrado y difuso que revive en los mitos y en los cantos que todavía suelen narrar y entonar nuestros abuelos. La poesía es esa semilla que germina en nosotros cuando contemplamos el lucero del amanecer, pero también cuando nos adentramos en la noche oscura de nuestras almas. La poesía es, así lo intuimos, el secreto germen del que nacen los lenguajes con el que nos hablan los bosques y las nubes, los pájaros y las caudalosas aguas de la memoria.

Sea entonces este libro una flor –en mapuzugun y castellano- para el jardín de nuestros días. ¿Y para qué una flor de palabras en estos tiempos vertiginosos? Para que nos hable, para que al fin nos diga, susurrando bajo el cielo limpio, que sólo la palabra fraterna y común nos hace libres, dignos hijos de esta tierra que gira y viaja entre las sombras y la luz.


[1] Llama la atención el uso de la expresión “hombre” para referirse a la especie humana. Lo asumo como un resabio de la vieja escuela antropocéntrica; peor aún, centrada en el género masculino. Allí fuimos “educados”. Mejor dicho a la escuela fuimos “llevados” para chilenizarnos, para pensar y hablar como ellos.
[2] Hasta este momento, sólo se menciona el caso de Miguel Utreras Imilmaqui. Es de esperar que en un futuro próximo el trabajo de otros/as nos llegue también.

sábado, 14 de julio de 2012

martes, 26 de junio de 2012

ANTOLOGÍA: LA PALABRA ES LA FLOR





LA PALABRA ES LA FLOR – POESÍA MAPUCHE PARA NIÑOS
RAYENGEY TI DUNGUN – PICHIKECHE ÑI MAPUCHE KUMWIRIN

El Programa de Educación Intercultural Bilingüe del Mineduc ha editado, en noviembre del 2011, una antología de poesía mapuche para niños. La gestión es del poeta Jaime Huenún quien se dio el trabajo de contactar a los/as 32 poetas para solicitar su participación. Ellos son:

Pedro Aguilera Milla
Lorenzo Aillapán Cayuleo
César Ancalaf
Amalia Andaur Huechante
Cristian Antillanca
David Aniñir
Jaqueline Caniguán
Víctor Cifuentes Palacios
Marcial Colín Lincolao
Bernardo Colipán
Juan Huenuán Escalona
Jaime Luis Huenún Villa
María Inés Huenuñir
Omar Huenuqueo Huiaquinao
Paulo Huirimilla Oyarzo
Juana Lancapichún
María Isabel Lara Millapán
Emerson Licanleo
Leonel Lienlaf
Carlos Levi Reñinao
Ricardo Loncón
Faumelisa Manquepillán
César Millahueique
Roxana Miranda Rupailaf
Maribel Mora Curriao
María Teresa Panchillo
Eliana Pulquillanca
Erwin Quintupill
Ramón Quichiyao
Fernando Raguileo
José Teiguel
Miguel Utreras Imilmaqui

Dice Jaime Huenún en los agradecimientos iniciales que el libro “es fruto de la convergencia de diversas voluntades, especialidades y conocimientos”, refiriéndose a los/as poetas participantes, a quienes gestionaron (funcionarios/as del Mineduc), a las ilustraciones (Eduardo Rapimán), a la traducción al mapuzugun (Rosendo Huisca), al diseño gráfico (Carlos Urrea) y la propuesta didáctica (Maribel Mora Curriao) con que finaliza.

Ciertamente resulta estimulante que el Mineduc se haya embarcado en la aventura de publicar un libro de “poesía mapuche para niños”. En mi opinión refleja un reconocimiento, una breve fracción de lo por cancelar a propósito de la deuda histórica con nuestro pueblo. El modo en que este acontecimiento se desarrolla y finaliza es harina de otro costal.

El público lector no necesariamente ha de pensar que los poemas publicados fueron escritos pensando en los niños/as. Creo que pocos de nosotros hemos escrito intencionalmente con el intento de llegar exclusivamente a un público infantil. Aparte de Paulo Huirimilla y quien escribe este comentario[1], no conozco otros casos. Puede que los haya. De ser así, es de esperar que muy pronto vayan saliendo a la luz. Nuestros niños y niñas necesitan que nos ocupemos de ellos, que les ofrezcamos nuestra versión – intencionada – acerca de diversos aspectos del ser mapuche (la conexión con la naturaleza, la cosmovisión, las experiencias en la ciudad, la discriminación, el estudio y la escuela chilena, el trabajo, la familia, el lof, la organización tradicional, la reciprocidad, las expresiones artísticas, la oralidad, la entretención, los viajes, la historia, etc.), porque bien dice Huenún cuando expresa que “A través de la poesía, el lenguaje adquiere características especiales y se convierte en una herramienta que revela las maravillas y los dolores del mundo y de la vida”.

Sin desmerecer el enorme esfuerzo y sin dejar de agradecerlo, quiero expresar que:

-          Se echa de menos la incorporación de otros/as notables; particularmente, se hace notar la ausencia de los/as poetas mapuche del Puelmapu (lo que queda de nosotros al otro lado de la cordillera).
-          El alfabeto empleado para la traducción al mapuzugun no es el unificado (académicos), ni el azümchefe (CONADI), ni el Raguileo (Anselmo Raguileo), aunque es más próximo al segundo de ellos. Por ejemplo, se utiliza “d” en lugar “z” en el título; también se observa el uso de tilde en más de una ocasión y el uso de guión en situaciones diferentes a las que indica el azümchefe. Todo eso en una breve mirada de profesor, aunque mi especialidad no es la denominada educación intercultural[2].

En la parte final se agrega un glosario de palabras mapuche, antecedentes de los poetas antologados (menos Carlos Levi), y una propuesta metodológica de la poeta Maribel Mora, que fundamenta, contextualiza y sugiere actividades y bibliografía para desarrollar en el aula (desde 3º año hasta 8º año de educación básica).

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Una vez más mis agradecimientos a todos quienes hicieron posible esta antología. Es de esperar que no sea la última, pues también existen los estudiantes de enseñanza media, los de la educación de adultos y los de los establecimientos tecnológicos, entre otros.

A modo de anécdota, en lo que a mí se refiere. Los dos poemas de mi autoría que aquí se publican fueron entregados a Jaime sin título, pues muchos de mis trabajos los he dejado así. Este compañero de ruta ha llamado “Sobre el arte de tejer” al primero de ellos y “La lagartija” al segundo.

En el último tiempo – como ya referí – he estado tratando de finalizar mi proyecto de libro de poesía pensado en los niños como destinatarios, y he decidido llamar “Por leña” al segundo. El otro, permanece sin título (pueden leerlo en este mismo blog. Ver etiqueta "El arte de tejer").

Estos dos poemas los escribí en prosa e intencionalmente se parecen a un relato tradicional (epew), porque reconozco que mi primer contacto con la poesía fueron los relatos y las canciones escuchados a mis padres.

Si los profesores/as desean contar con este libro en su aula, pueden solicitar a su director/a que lo pida al Mineduc. Entiendo que habrá o existe una distribución a escuelas, pero no dispongo de otros detalles o información, por ahora.

Por leña

Teníamos un tronco viejo, grande, enorme. Día a día íbamos a él, a quitarle astillas para el fogón. Invadíamos el hogar de las arañas, pero debíamos seguir.

Desde lo alto la lluvia caía interminable. Las arañas salían de sus grietas y buscaban presurosas otro refugio en que dormir.

Hubo un día en que el filo del hacha abrió de pronto una rendija. Fue como un relámpago golpeando la madera. Vi agitarse un cuerpo oscuro y alargado. Así, tan rápido como me vino la imagen de un ciempiés, recordé que habitan bajo el suelo.

Era una vieja amiga de la infancia emergiendo – de entre la rígida blancura de la leña – su opaco y blando cuerpo de lagartija adormecida.

No era la flecha vestida de azul, verde y amarillo de los veranos, la eterna enamorada del sol. Era, lentamente, como extraviada, bajando para perderse en lo bajo del tronco en que la hallé.

Más tarde llegaron el temporal y la noche para quedarse hasta el amanecer. Y me quedé pensando, mirando la nada oscura que rodeaba la casa.

El tronco había quedado allí, y en los días siguientes no volví, no volví. Todo se detuvo, hasta unos días después en que no estaba.

Me fui a caminar por entre las sombras de los árboles. Me fui a caminar bajo la oscuridad nublada de la noche y hasta muy tarde no pude allegarme hasta la rueda del fogón.

Esa noche, junto con ser fría, llegó a ser la más extensa, la más solitaria y silenciosa de ese invierno.

Bibliografía:
-          Huenún, Jaime. Rayengey ti dungun. Pichikeche ñi mapuche kumwirin. Programa de Educación Intercultural Bilingüe. Mineduc, 2011.
-          CONADI. Azümchefi. Grafemario Único del Idioma Mapuche. Unidad de Cultura y Educación, 1999.
-          CONADI. Azümchefe. Hacia la escritura del Mapuzugun. Departamento de Cultura y Educación, 2003.
-          Raguileo, Anselmo. Curso de Monitores para la Enseñanza de la Escritura de la Lengua Mapuche[3]. Guía Nº 1. Departamento de Comunicaciones, CAPIDE, 1989.


[1] Llevo varios años preparando un conjunto de poemas pensando en los niños de siempre, particularmente los de mi Saltapura. De ese proyecto fueron tomados los dos que se publican en “La palabra es la flor”.
[2] El azümchefe admite el uso de la “z”, lo mismo que Raguileo, en lugar de “d” (Unificado). Así el título debiera escribirse “Rayenhgey chi zungun” (Azümchefe), “Rayehgey ci zugun” (Raguileo) o “Rayenngey chi dungun” (Unificado). (Si estoy equivocado, háganmelo saber, por favor)
[3] Este folleto presenta correcciones – hechas a mano – por el mismo autor y fue facilitado por Ruby Raguileo, hija de don Anselmo.