Imagen: Filkun (lagartija)
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, sin fecha.
Este poema en prosa es parte de un proyecto no terminado: un libro para niños. Llevo años escribiéndolos y está casi terminado.
Por leña[1]
(Erwin Quintupill - Saltapura)
Teníamos un
tronco viejo, grande, enorme. Día a día íbamos a él, a quitarle astillas para
el fogón. Invadíamos el hogar de las arañas, pero debíamos seguir.
Desde lo alto la
lluvia caía interminable. Las arañas salían de sus grietas y buscaban
presurosas otro refugio en que dormir.
Hubo un día en
que el filo del hacha abrió de pronto una rendija. Fue como un relámpago
golpeando la madera. Vi agitarse un cuerpo oscuro y alargado. Así, tan rápido
como me vino la imagen de un ciempiés, recordé que habitan bajo el suelo.
Era una vieja
amiga de la infancia emergiendo – de entre la rígida blancura de la leña – su
opaco y blando cuerpo de lagartija adormecida.
No era la flecha
vestida de azul, verde y amarillo de los veranos, la eterna enamorada del sol.
Era, lentamente, como extraviada, bajando para perderse en lo bajo del tronco
en que la hallé.
Más tarde
llegaron el temporal y la noche para quedarse hasta el amanecer. Y me quedé
pensando, mirando la nada oscura que rodeaba la casa.
El tronco había
quedado allí, y en los días siguientes no volví, no volví. Todo se detuvo,
hasta unos días después en que no estaba.
Me fui a caminar
por entre las sombras de los árboles. Me fui a caminar bajo la oscuridad
nublada de la noche y hasta muy tarde no pude allegarme hasta la rueda del
fogón.
Esa noche, junto
con ser fría, llegó a ser la más extensa, la más solitaria y silenciosa de ese
invierno.
[1] Publicado en “La palabra
es la flor. Poesía Mapuche para niños”. (Programa de Educación
Intercultural Bilingüe, MINEDUC, 2011).
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