miércoles, 28 de enero de 2009

LA SOMBRA DE UNA INMENSA NOCHE


(Sebastián Queupul – Ralipitra – Nueva Imperial)

De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo.
Absorbiendo el aceite de las bestias enormes,
de las bestias que nada sienten,
ni el rodar agigantado de la noche
ni la agonía prematura del orbe.
Sobre la corona de las espinas languidecidas,
quebro mi lanza dentro de la hoguera ardiente,
para calmar la sed de vida que no muere,
para morir lanzando quejidos débiles.
La inmensa noche me entrega una porción de larvas,
un puñado de insectos inquietantes.
Es una noche sin luz, sin la piedad dormida
y cada sombra enhebrando gusanos andantes.
Cabalga mi mente años esqueléticos.
Succiona jugos de espinas que no hieren.
Sobre la débil planta de mi seso,
se detiene la marcha de la noche negra.
En la penumbra de una idea apresurada,
se trajea un perfil angustiado.
En su mente se posa un rifle acerado del tiempo
y un vagón de esperanzas muertas.
De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo…

En: García, Mabel y Galindo Sylvia; Poesía mapuche. Las raíces azules de los antepasados. Editorial Florencia, 2004.
Imagen: Teñido de lana (Saltapura)
Fotografía: Erwin Quintupill

EL CANTO DEL PESCADOR

(José Santos Lincomán Inaicheo – Compu – Chiloé)

Cantaba un día en Melinka,
en su lancha un pescador
que se salvó de la muerte
en el golfo Corcovao feroz.
Era una tarde de invierno
me despedí de Quellón,
manda el piloto arrogante
arriba el ancla y las velas
tengo calado el timón.

El viento ya está bonito
el mar se ha puesto enojado,
nubes negruscas del norte
lluvias que vienen llegando
la noche fea y oscura
solo en popa se ven blanquear
como dientes de una fiera
que ya nos quieren tragar.
Sobre la espuma blanca
vimos al faro Duatao
su reflejo de alegría,
que ofrece en la tempestad.

Sigue el viento, sigue el viento,
más grande la tempestad
dice el bravo piloto ¡bajen las velas!
se ruempe las velas
se ruempe el timón
dos remos en popa
que ayude al timón.
Alma de roca chica, del marino defensor,
calma el viento y las olas
que te lo pido yo
ya estamos en la Isla de Canelo
ya nos hemos salvado.
Faro Melinka que alumbra
en la oscuridad.

En: García, Mabel y Galindo Sylvia; Poesía mapuche. Las raíces azules de los antepasados. Editorial Florencia, 2004.

EL PREGÓN DE LAS ARVEJAS


(Anselmo Raguileo – Saltapura – Nueva Imperial)

De madrugada salió Cacinta
a coger capis de arvejas.
La vieron las últimas estrellas
y también el viejo puelche.
Bajo sus pies desnudos
crujen los tallos rotos
y, el rocío de la noche,
cae como lágrimas de las hojas.
Sus ágiles manos se mueven
como aves cogiendo semillas.
Transporta ahora su bulto
como hormiga que arrastra su carga.
Al trote sobre su mansa “mulata”
va ensayando una canción pregonera
y las cintas de sus cabellos
se agitan como alas de mariposas.
Llega a la ciudad
aún soñolienta
y grita su pregón
con voz cantarina
repitiendo una y otra vez
en cada esquina:
alvirca, casera, alvirca,
alvirca, alvirca, alvirca a a.

En: García, Mabel y Galindo Sylvia; Poesía mapuche. Las raíces azules de los antepasados. Editorial Florencia, 2004.
Imagen: Frutos de canelo
Fotografía: Erwin Quintupìll. Saltapura, febrero 2008

EL TESTAMENTO DE MANUEL MONTT

(José Teiguel – Castro)

“Como poseedores del capital
tan necesario para procrear fortuna.
Como poseedores de la cultura,
el esfuerzo
y un saludable idioma nuevo –
reitero-.
Los hago acreedores a la tenencia de esta tierra
de estos poblados quilantales,
de estos ñilhues, de estos líquenes”.

Mientras tanto es preciso
certificar la presencia de Dios
en esta empresa maravillosa.

Entonces Melwing desabrocha la bragueta
de la cruz
y la clava en medio de los deshabitados ojos.
Y en nuestros pechos desnudos
sentimos el viento gélido de Pérez Rosales
que nos arrincona
hasta hacernos saltar
de nuestros propios huesos:

Y nosotros le pusimos llave
a nuestras bocas.
Y bajo cerrojo
escondimos
la escasa claridad
que nos pedía la historia.

En: Teiguel, José; La heredad del pasto y del agua. 2ª edición, Paginadura Ediciones, 2006.

Y TUS CAMPOS DE FLORES, CERCADOS

 














Imagen: Manzano silvestre (Saltapura)
Fotografía: Erwin Quintupill, enero 2008

Este poema es parte de un libro en construcción, que espero finalizar en un par de meses más.




Y TUS CAMPOS DE FLORES CERCADOS
(Erwin Quintupill)

Y tus campos de flores, cercados.
No hay espacio por donde transite el hombre libre
ni la wiña libre, ni el zorro libre, ni el choroy
ni nadie que tenga espíritu de tierra

En la alta montaña
los volcanes son lo único que va quedando

Y en tus campos bordados de miseria
el hombre y la mujer de siempre
se sientan a comer las migajas
que les caen del gobierno central.

Sin título


 
 














Este poema forma parte del libro EL ANCHO ESPACIO QUE MIS OJOS VEN (2002), escrito durante muchos años y que algún día espera publicarse.


SIN TÍTULO
(Erwin Quintupill)

Ahora que mi corazón se ha cerrado, es cuando necesito que me hables por el hilo del teléfono, que me envíes la música de tu palabra o que te quedes frente a mí y me envuelva tu mirada hasta hacerme dormir.

Ahora es cuando podrías llegar bajo el disfraz de un fantasma o cubierto con la humedad de los esteros, o llegándome de tus manos el aroma del poleo.

Ahora que es noviembre y me ha venido una soledad desconocida, una soledad de fiesta, una soledad de murmullos.

Me pondré a pensar con insistencia en la línea de tus piernas cuando caminas, como si vinieras un poco más allá del árbol más cercano. Fijaré a mis pupilas dormidas tu recuerdo y lo echaré a rodar con mi sangre durante las horas en que la luna camine por lo alto en dirección al mar, para que acaricie mi escondido pecho.



Imagen: Cardo blanco (Saltapura)
Fotografía: Erwin Quintupill, diciembre 2008

II















Imagen: Mariposa en el patio de la casa
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, diciembre 2008

Este poema es parte de mi primer trabajo realizado en 1986, titulado EXILIADO EN CHILE. Lo envié al I Concurso Nacional de Poesía del Magisterio y obtuvo el 3º lugar. Tiene la importancia que me hizo tomar la decisión de dedicarme a la poesía.


II
(Erwin Quintupill)


Allí
desde mis hombros
juega en el viento
envuelve mi cuerpo descalzo
saluda al sol.

Insolente, furiosa
frente a la lluvia y el viento
me abraza.
Las ovejas en fila
van hacia el corral.


Sin título













Imagen: Boldo huacho. Saltapura, enero 2009
Fotografía: Erwin Quintupill

Este poema es parte del libro A UN COSTADO DEL MAR (2008) que espero publicar en poco tiempo más. También está en EL ANCHO ESPACIO QUE MIS OJOS VEN, mi segundo libro (inédito), construido a lo largo de muchos años y terminado en 2002.



SIN TÍTULO
(Erwin Quintupill)

El día cuando ya no sea más
cuando muera lejos de casa
y del polvo en que fue mi primera huella
cuando vaya dejando de existir
mis cerrados ojos se quedarán viendo
el firmamento de Saltapura.

Estaré solo
y una cortina de pálida lluvia
vendrá cerrando el ancho espacio
que mis ojos vieron entre la tierra y el cielo.

Cuando muera
en algún sitio de mi cansado territorio
un viejo antiguo estará cantando
desde algún monte espeso
las aves saldrán volando
llenando el aire con el sonoro canto de su aletear.

Y en ese día
en que estaré sólo lejos de casa
quiero volver
a sentir las voces de los viejos
discurseando junto a mí
quiero escuchar el ruido de los vasos que se vacian
y sentir el eterno abrazo de la tierra
que siempre me estuvo esperando.

Ese día, solos, de nuevo en casa
la tierra y yo
haremos un acto final de rebeldía
del que nadie podrá separarnos.