La
fecha exacta en que escribió los pocos poemas que nos dejó – en total quince – no lo sabemos, aunque puede deducirse
de modo aproximado. Me atrevo a pensar que algunos en la década del 50 y los
otros en los 60, y no más; pues las principales preocupaciones de Anselmo
Raguileo fueron:
-
Superarse académicamente, en la etapa juvenil.
-
Aprehender conocimientos que le permitieran habilitarse para el
desarrollo de una propuesta – con base científica – de escritura del mapucezugun, durante la primera mitad de la
década del 50.
-
Sobrevivir junto a la familia. (Vivió varios períodos de cesantía. Su
primera experiencia matrimonial duró aproximadamente tres años. Tuvo cuatro
hijos y se casó dos veces).
-
Trabajar para la organización política (Partido Comunista) a la que
ingresó poco después de 1950.
-
Dedicarse a la investigación científica para la consecución de un
grafemario del mapucezugun (Primero en la década del 50 y después desde 1980 en
adelante; aunque es sabido que dedicó muchos otros momentos a este empeño).
De
modo, entonces, que entre las principales preocupaciones del lingüista no estuvo
la poesía; sin embargo escribió un conjunto de poemas que adquieren importancia
porque – en su mayoría – nos lo muestran ligado a su Saltapura natal y al
pueblo que pertenece.
Iniciándose
el 2004 se publica el trabajo realizado conjuntamente por Mabel García y Sylvia
Galindo (“Poesía Mapuche. Las Raíces Azules de los Antepasados”. Depto.
Lenguas, Literatura y Comunicación. Instituto de Estudios Indígenas. UFRO) que
muestra “las obras desconocidas de los primeros poetas mapuches”. Se trata de
Sebastián Queupul, José Santos Lincomán y Anselmo Raguileo). Al respecto el
profesor Hugo Carrasco Muñoz escribe – en el trabajo mencionado de García y Galindo
– “que la poesía de Anselmo Raguileo, producto por lo demás lateral o residual
en sus preocupaciones intelectuales (…) se halla vinculada sólo en forma
parcial a las preocupaciones del núcleo central de la poesía del grupo dedicado
primordialmente a la tarea y quehacer de los poetas. Coincide con ellos sólo en
la expresión de ciertos aspectos del sentir identitario mapuche,…” Agrega que
es más cercana a la expresión poética de Sebastián Queupul
y de Pedro Alonzo Retamal.
Ignoro
las circunstancias en que Anselmo Raguileo escribió poesía; pero se me ocurre
que fueron similares a aquellas que nos motivan a registrar por escritos
nuestras emociones cuando nos sentimos particularmente lejanos de nuestra
tierra de origen.
Él
contó a su hija Ruby que al llegar Santiago no conoció a otra persona mapuche
con quien interactuar, que vivió solitario y – además – muy lejos del hogar.
En esas circunstancias ocurrió su primer matrimonio y por ello no prosperó, a
pesar de los dos nacimientos acontecidos. Entonces, él no habría logrado
integrarse satisfactoriamente a la sociedad no mapuche en ese tiempo; lo
intentó, pero desprovisto de la fortaleza que el hábitat propio entrega.
Debió
agigantarse en su espíritu la necesidad de la cercanía con Saltapura, su gente
y su paisaje. “El boldo huacho” es un poema que nos habla de un boldo que
existe desde tiempos que nadie recuerda. Todos los habitantes actuales de
Saltapura lo conocen, pues se encuentra a orillas de un camino público y en el
terreno que perteneciera al padre de Anselmo Raguileo. Es un patrimonio
viviente.
Cuando lo he visto de nuevo
vienen a mi memoria
recuerdos de otros tiempos
que jamás podré olvidar…” El boldo huacho
Imagen: Boldo huacho.
Fotograf{ia: Erwin Quintupill. Saltapura, 27.06.10.
También
los poemas “La alborada” y “Atardecer en mi valle”, “Atardecer” y “Noche de luna”
nos sitúan en Saltapura.
“Con sus cantos broncíneos
los gallos del vecindario
están rasgando el silencio”. La alborada
“El valle entero va cerrando
lentamente su párpado inmenso
y, las colinas allá lejos,
envueltas ya en su chal gris
acurrucadas esperan la noche. Atardecer en mi valle
Imagen: Atardecer.
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura, enero 2008.
“Sobre el valle
ya dormido,
allá, cubiertas
con su negro manto,
ya están las
lejanas colinas;
mas, la Cordillera de Los Andes
con su porte
majestuoso,
aún levanta su
blanco pañuelo,
despidiendo la
apacible tarde.” Atardecer
“Bajo el embrujo
de tu luz
mortecina
y en el frío
silencio
de tu atmósfera,
los árboles
emergen
de la tierra
como de un telón
suspendido del
cielo”. Noche de luna
“El
canto del pidén” nos sitúa en el paisaje de la tarde en Saltapura. Aunque los
pidenes (pu pizeñ) emiten su sonido a diferentes horas del día, es
particularmente al atardecer cuando más se les puede escuchar, justo a la hora
en que el día se va. El silbido que emite – si se escucha de muy cerca – parece
surgir de la tierra y puede llegar a asustar a más de algún desprevenido. El
canto del pizeñ se liga a la existencia en Saltapura.
“El
cherrufe” también es una experiencia “vivida” por muchos habitantes de
Saltapura. Los mayores cuentan a los menores la existencia de visiones que
pueden ser representaciones o apariciones del mal. Las hay de muchas formas;
una de ellas es el cherrufe (cewvrfe); otras, son el ancimajeñ (anchimalleñ), el
wixanalwe (guitranalgue), el uyuce (uyuche), etc. Pocas personas reconocen
haber tenido este tipo de “visiones”.
“Araucanía”
y “Antupillán” nos llevan a la historia aprendida de los antiguos, mezclada con
la que nos dio a saber la escuela chilena. Nos habla del Wajmapu en los
recuerdos y en la mirada futura. Nos dice de su toma de conciencia (la de
Anselmo Raguileo) y de su compromiso social y político. Estos poemas
seguramente fueron escritos poco antes o una vez que se incorporó al PC.
En
1968, mientras se desempeña como empleado en FAMAE, participa en un concurso de
poesía organizado por esa empresa, obteniendo el primer lugar con “Araucanía”.
¿Dónde están los
empinados robles,
los sombríos
laureles y los retorcidos olivillos,
testigos
milenarios
de esta fecunda
tierra?
¿Dónde están los
poderosos ulmenes,
los soberbios
caciques
y los bravos toquis,
señores de la
elocuencia,
de la astucia y
el coraje? Araucanía
Sin
embargo, Anselmo Raguileo no dedicó su vida a la poesía. Antes que todo lo
demás estuvo su compromiso social y político, y como consecuencia de ello su
empeño por lograr una propuesta de escritura para el mapuzugun con base
científica.
Aún
así, no podemos dejar de mencionar que en ese grupo de quince poemas dejados
por él, existen cuatro surgidos de su experiencia amorosa. Ellos son: “A mi
gran amor”, “El primer beso”, “A una rubia” y “A Leonor”. Probablemente
correspondan a la primera etapa de su segunda experiencia matrimonial, excepto
“A una rubia”, porque su segunda esposa (Leonor) no lo fue.
Por último existen otros dos poemas: “El
pregón de las arvejas” y “Lluvias de invierno”. El primero recrea el trabajo de
muchas mujeres mapuche, sobre todo de las del sector de “La Vega”, ubicado al sur de
Nueva Imperial y al norte de Villa Almagro, que recorrían y recorren las calles
de Nueva Imperial pregonando sus hortalizas y productos de la actividad
chacarera. El segundo nos habla del paisaje de invierno, un temporal en que las
aguas corren hasta por las alturas, en que el suelo parece romperse con el
estruendo de los truenos y la fugaz visión de un rayo intimidante surcando el
firmamento de Saltapura: las lluvias del sur. Todo eso, mientras el hombre sale
a mirar el estado en que se encuentran sus animales o va por ellos para
llevarlos al corral, dependiendo la hora del día. Es parte de la vida cotidiana
en su lof de origen, el que Anselmo Raguileo vivió junto a su familia.
Un roble viejo
se derrumba,
lanzando un
prolongado quejido Lluvias de invierno
Hay mucho que decir, que comentar, que
imaginar con la escasa poesía que Anselmo Raguileo, seguramente escribió sin la
intención de transformarse en escritor. Para un habitante de Saltapura es fácil
reconocerse en ellos y son una invitación a conversar y a reflexionar todos los
tiempos.
¿Recordará Leonel Lienlaf que en 1995
conversábamos acerca el poco asombro que nos provocaba el hecho de que tantos
hermanos y hermanas se dedicaran a escribir poesía? Nos decíamos, los mapuche
poseemos una lengua que es poética; cada vez que un mapuche habla en su idioma
lo hace en función de su experiencia de vida, por lo tanto en el habla se
reflejan y se observan claramente una serie de imágenes que lo hacen poético.
Los antiguos vl (canto tradicional) son el más claro ejemplo.
De allí entonces que, aunque Anselmo Raguileo,
no se dedicara a la escritura poética de modo permanente. En los pocos escritos
que nos dejó están las imágenes de la narrativa tradicional mapuche, aunque
estén escritas en lengua extranjera.