lunes, 12 de noviembre de 2012

WEICHAPEYUCHI ÜL:

cantos de guerrero, algo más que aire vibrando.

Por Carlos Henrickson

La poesía mapuche ha tenido un mal destino en la jerarquización improvisada y oculta (mas no por eso menos efectiva) que se efectúa continuamente en la historia de nuestra literatura. La justificación para su existencia fue el rescate etnográfico o histórico, hasta que se fue haciendo útil para ciertos sectores de la vida política o cultural chilena que permitieron, en la medida de la adecuación a sus fines respectivos, que fuera apareciendo una posible contemporaneidad de la poesía mapuche: precisamente en la misma medida en que las incipientes agrupaciones mapuche iban pasando a ser permitidas y el mapuche mismo iba dejando de ser visto por la sociedad como el bárbaro odioso e irracional que las instituciones retrataban, desde el Gobierno y las Fuerzas Armadas hasta la Academia y la educación al nivel más primario. Hasta hoy podemos ver repetidos cada uno de estos momentos en el presente: al menos tanto el menosprecio antimapuche, como el uso de la cultura mapuche para fines políticos en todo el abanico de la política chilena son expresiones cotidianas en nuestra vida social y cultural.

Es preciso tener esto en cuenta al leer Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero. Antología de poesía política mapuche (Santiago: LOM, 2012) de Paulo Huirimilla (Calbuco, 1973), para saber que el desarrollo de poéticas propias por parte de los mapuche no ha sido ni siquiera en apariencia un camino natural y armonioso -como aparentan falazmente ser los desarrollos de las literaturas nacionales en el no asumido mestizaje latinoamericano-; la posibilidad de una poética mapuche siempre ha estado envuelta en lo que desde acá llamamos política (y no tenemos otro modo de llamarle, ya que es la única forma en que desde Chile podemos ver la apelación primordial que está detrás de la lucha mapuche). Lo mapuche no deja de revelar, desde la más inocente referencia etnográfica, un desafío a un virtual y no construido ethos chileno, y es inevitable que esta apelación implique en sí misma una subversión política en el campo literario de nuestro país. Sin embargo, también en sí misma reclama su lectura como parte en tal campo literario.

Huirimilla es absolutamente consciente de esto, y por ello titula así esta selección, que se sabe en un riesgo crítico. A través del libro, podemos ver una efectiva continuidad de fondo entre las dos secciones del libro (Weichapeyuchi ül: cantos de guerrero, y Poetas mapuche contemporáneos), que sería mucho más notoria y confirmada si se hubiese adjuntado notas biobliográficas (se nos pierde, por ejemplo, la relevancia histórica de algunos de los autores de la primera parte, y que Hernán Deibe no constituye un autor, sino un recopilador de textos). No obstante tal continuidad, la selección es notable al mostrarnos una amplia variedad de poéticas, que desmienten de plano una lectura simplista y reduccionista: en este sentido, si era uno de los objetivos de Huirimilla, está absolutamente cumplido el mostrar a la poesía mapuche como una presencia compleja y, como tal, un desafío en sí misma la sistema literario chileno.

Resulta particularmente interesante que Huirimilla sea uno de los primeros en presentar de forma expresa la continuidad que, de fondo, representa la irrupción en los últimos años de una poética mapuche urbana que es capaz de usar procedimientos que expresan una situación crítica ante la asimilación de la cultura de masas y la constitución de subculturas en la marginalidad (es el caso de David Aniñir o Tamy Meulén), con la aspiración a constituirse con poderes plenos dentro del campo literario chileno, que constituyó el momento inmediatamente anterior (con nombres de tan segura mano como Bernardo Colipán, Jaime Huenún o el mismo autor de la selección). La relectura de la historia, propia y ajena, es lejos el índice más interesante de la selección; no obstante en ella estén representadas también vertientes más ingenuas dentro de la tradición de la tradición de la poesía combativa.

Weichapeyuchi ül es, sin duda, un hito, y su mayor virtud puede ser dejarnos a la espera de lo que pueda decirnos la poesía mapuche en los tiempos que corren. En un momento en que a los chilenos se nos olvidó la sociabilidad más básica y la palabra sólo sirve para expresar su propia inutilidad, Huirimilla nos recuerda que –a veces- la poesía es más que aire vibrando.

En. El Desconcierto. Año 1, Nº 5, noviembre de 2012.

ME PREOCUPAN ESAS VOCES

(Marta Trecaman – Vilcún)

Me preocupan esas voces
las que nombran y murmuran
tus acciones
Bajo el girar de hélices te confundes
cobijado
entre el agua y los helechos
Palpita el corazón de los coligües
El vuelo de las balas no te alcanza
existe un halo protector en esta tarde
como en otras
que se viene desde el este y que te calza
Me preocupan las angelicales voces
eclesiales
que disfrutan el sadismo de la muerte.

Trecaman, Marta. Entre lunas neónicas. Comarca Ediciones, 2012.

ÜLÜ TUN

(Marta Trecaman – Vilcún)

Ülü Tun
Los remedios verdes
orillean el camino
Silban las pifilkas amadas
junto al cuerpo
me elevan entre flores
brotantes del kultrún
que nombra desde el antes de nacer

Al foye encuentro
en su caricia perfumada
y me colma de consuelo.

Trecaman, Marta. Entre lunas neónicas. Comarca Ediciones, 2012.

ROSA

(Erwin Quintupill – Saltapura)

Este viejo poema fue incluido en la antología “Epu mari vlkantufe ta faciantv. 20 poetas mapuche contemporáneos”(Huenún, Jaime. LOM, 2003).

Rosa y los suyos – mi amigo José y sus hijos – están bien. Bastante crecidos los últimos, ignoran la existencia de este poema emocionado que me surgió del coraje de su joven madre.



Cuando supe lo de ti, Rosa
se me volcó el pecho desde adentro,
se me apretaron las sienes
y pensé en tu rostro moreno,
en tus pies semidesnudos,
en tus días de incertidumbre,
en el fogón de tu casa,
en las gotas de lluvia que a veces me han mojado.
Pensé en tu rostro serio,
en tu seno desnudo,
en tus hijos creciendo, Rosa.

No pude llorar, no quise.
Miré la puerta abierta de mi casa
y pensé de nuevo en el patio de la tuya,
los manzanos y las gallinas,
tus hijos corriendo,
el sol del verano.
Miré las nubes.
Está claro que la primavera se nos acerca, Rosa.

Apreté las manos en la madera de la silla
y sentí la humedad muy dentro de mis ojos.
No lloré, no pude, no quise.
Recordé tu blusa floreada de cuando él, tu marido,
te llevó a la fiesta, unos tres años atrás.
Tus manos preparando huevos
y el pan caliente que sacas desde las cenizas, Rosa.

No quería pensar en nada que no fueran los recuerdos,
como si no estuvieras,
como si nada hubiera ocurrido.
Pensé en el sonido, en el aviso
de que algo ya no estaba
“de mi niño cayendo entre las aguas”
y tú sin ver, sin escuchar, sin llamar a nadie
cayendo también entre las aguas,
pero no cayendo sino lanzándote a las aguas,
a la profundidad del pozo en el patio de tu casa, Rosa.

Pensé en José, mi amigo, tu marido, Rosa.
Pensé en lo no ocurrido,
en mi padre y mi madre que ya no están.
Pensé en tu cuerpo cayendo en la oscuridad
buscando con las manos con los ojos y los pies
hasta alcanzarlo, hasta encontrar ese pequeño bulto tibio,
regordete semiflotando abajo en el fondote lo nunca imaginado.

No voy a negarlo, Rosa,
no quise, no pude llorar.
Pensando en lo impensado, en lo nunca imaginado,
en la grandeza, en tu grandeza bajando hacia el abismo
de la vida o de la muerte,
en tu tibieza de madre joven, preñada y vuelta a preñar,
en el calor de tus panes y también de tus miradas,
en el querer la vida de tus hijos
del mismo modo que alguien alguna vez quiso la vida que ahora tengo.

En: Huenún, Jaime; “20 poetas mapuche contemporáneos”. LOM Ediciones, 2003.

MAMÁ

(Mauricio Waikilao – Yeupeko)

Estoy de pie sobre el mallín
en medio de la siembra de trigo
interrogando a los ingredientes de la espiga
y de la zarza parrilla
Puedo guardarme las confesiones del zorzal,
desencriptar los ladridos de mi perro,
llamar desde aquí con un gesto de mi mano
al roble cansado
y absorber cariñosamente toda su extensión
rugosa: entre mis brazos
Soy capaz de navegar hasta el origen
del menoko
y trazo desde allí una nueva ruta al sol;
tengo el poder incesante de amar con sufrimiento
a esa mujer Angelical que me construye
Pero toda esta capacidad determinante
sobre la voluntad, las cosas y los seres
se fraguó primero en la biología generosa
y radiante de la mano que me sostiene:
Mi Madre,
que en su amor de humana fecundante
he recibido también el don de amiga, hermana
y padre
La enfermedad que ronda siempre
con envidia fatal
no toca el alma de mi madre
ni su ánimo ni la ternura fibrosa
de su labriego corazón de abuelita
La flojera de pone de rodillas
cuando escucha los pasos de mi madre
Los alimentos hacen fiesta en las cacerolas
de mi madre,
ningún desafío hace barricadas
en el camino sinuoso de mi mami.
Mami
no importa, te digo que no importa
que tu esfuerzo por criarme
lo hayan ignorado
como a tus riñones sirvientes
en las casas de los ricos
Yo,
que aprendí a jugar con las ideas
y con la herencia ilustre de tu trabajo
te aseguro que triunfaremos;
infinitaré nuestra fortuna familiar
para que nunca más tengas patrones ni humillantes.
Mami,
tengo una profesión y un oficio admirable:
soy lenguaraz del viento y vocero de la libertad.

Mami:
Si como señal de nuestra lucha
tu pena persiste
mi deber es seguir resistiendo.

En: Revista Mapu Ñuke. Temuco, octubre 2011.