martes, 13 de diciembre de 2011

INVERTIDA, PARA QUE NO SOSPECHEN DE SUS INTENCIONES


(Erwin Quintupill – Saltapura)

En la puerta de esta ciudad
en que exiliado vivo
crucificarán su paisaje
que fue mío
y no es la cruz del sur
no
que ella nos pertenece
a pesar de los siglos
ni la de los 4 puntos cardinales
ni la de las 4 estaciones
que me entregan su alimento seducidas por la tierra.

Es ninguna de ellas.

Mucho menos
la que mis huellas formaron
de tanto y tanto caminar.
Es la misma que me trajo
el dolor y la vergüenza
la que se alza frente a mí
cuando salgo y cuando llego
escarbando con su base
la herida cicatrizada
que en mi corazón anida.

SIN TÍTULO


(Erwin Quintupill – Saltapura)

Cuando duermo apoyado en la dureza de tu cuerpo
es la tierra que vuelve a descansar
son los esteros que no dejan de brotar.

(Inédito)

SIN TÍTULO


(Erwin Quintupill – Saltapura)

Ustedes los expertos en música
historia, colores, rasgos,
cuentos, decires y documentos
leyes y acontecimientos no escritos
fotografías, letras y poesía
ustedes que saben de yerbas
y escriben
de cordófonos y semillas
ustedes
no saben que mi manta
está poblada de estrellas
menos aún
que el zorro se llevó tres pollos
ayer
ni que estuvieron interrogando
a dos pequeños hombres de la tierra
antes de ayer
en el camino por donde circulan
los suyos
y la autoridad.


(Inédito)

SIN TÍTULO


(Erwin Quintupill – Saltapura)

Fue como el paso de los ancimajeñ
Eso fue
Una bandada de malos espíritus
corriendo por el camino
bajando por el risco de la rinconada
y volviendo a subir
por los faldeos pelados de más al norte
Eso fue
Eso fue la noticia
de que te ibas a la milicia
a cumplirle a los chilenos
lo que no le debes
te dijo tu madre
cuando bajaste de la micro esa tarde
Tú sonreías por dentro
Tu rostro intensamente moreno se quedó en silencio
esperanzado.


(Inédito)

NIÑO CHILENO CON GUITARRA A PALOS


(Tamy Meulen – Santiago)

Allí
cuando te golpea tu padre y hace ¡paf!
su cachetada, su ceja ciñéndose marcando las cinco
de la tarde, del día, de sus cloacas chilenas no africanas
o del pesebre más remoto de sus pantalones descocidos
Allí, en la escenilla más oscura del teatro universal
sin casi sin pudor alguno
salen a ocultarse raudos los ciempiés
que nada entienden de nada de nada
y por lo mismo es que la vieja Queltehue prefiere dormirse
sin saber hasta qué punto podrá volar su cara rota
después de insistir, in fraganti, qué más da:
la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al menor
la entonación la de la cuerda la adecuada
o de la oruga endurecida y atiesada
que retiene entre ceja y ceja
a propósito de la ceja de tu padre, que es mejor
llamarlo ahora gusano de gusanos
o lepra de lepras, sin ofender a los leprosos, por supuesto.

Por si acaso, te cuento que si te golpea tu ya dicho ese
a propósito de la Queltehue que olvidó
eso que pasó a la ahora del té
cerca de tu casa donde alguien te hizo ¡paf!
te contaré que en el nido de la vieja que ahora es madre
tres polluelitos de alma pura, como la de los travestis
puros de verdad, puros como los ya antiguos cigarrotes de la isla
tropical, cubana, puros de alma o puros cuentos
puras leseras dirán
pero no dirán ni una palabra los citados polluelitos
que desconocen, que no saben, que son puros, ya te dije.
Ahora bien, si por casualidad intentas sumergirte
en el mar rojo de tu sangre zamarreada
o en el negro oscuro de tu cuarto negro
ahora carcomido por los espantadizos
acurrucados, carcomidos ciempiés carcomidos
yo no sabré qué decirte
niño chileno con guitarra a palos
pues tú eres un polluelo más de la Queltehue
tú eres uno más de los que canta
sin saber de todo.

Y sí
aunque ya no exista algún sentido para decir sí
o aunque se hallen desaparecido todos los recuerdos
para vomitarles no, y a pesar del pesar
de todo eso que pasó como a eso de las cinco
casi al lado de tu casa donde alguien te hizo ¡pum!
Sí, aunque todo, aunque casi ya no duela
ese alguien es tu padre, niño sombra niño África
y tú sigues amándolo y tú sigues diciéndole
y tú sigues limpiando sus zapatos
y tú sigues bebiendo de su lepra
y tú sigues catándole tus cantos
a pesar de todo, a pesar que casi ya ni sangran sus patadas
y al ciempiés, aún así aún asá
nada le importan estas cosas
al igual que a la Queltehue vieja
que no ha dejado de mirar mis ojos
que no ha dejado de mirármelos como diciendo:¡Vete!
o yo me volaré otra vez
y otra vez me chuparé al gusano para regurgitártelo
de nuevo, a vuestros hijos
mis polluelos.

A quién le importa escuchar estas cosas
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
que la tole tole de la vida ha succionado
algo más que un par de ciempiés de tu tierra seca:
¡Cuidado! La Queltehue está mirando
la Queltehue cuando el niño sangra y llora
cuando sangran y lloran sus sueños de niño
su cuerpo de polluelo
y aún así sigue cantando sus canciones, a pesar que nadie
de nadie de ninguno acude, in fraganti, qué más da:
su padre lo enferma su lepra lo golpea ¡paf!
y la Queltehue llora a mese ¡paf! Y la Queltehue reza a picos
y todos chillamos y nos hacemos los buenos
a la mala a la mala nos hacemos los sensibles
pues son casi las cinco y es hora del té
qué pasaríasi te qué pasaría si te
que pasaría si te digo esto:
el niño chileno está mutándose en un hombre
y los ciempiés se ocultan
y la Queltehue duerme siesta.

Por si acaso, durmiendo sí está
con sus tres chicuelos
pero, en todo caso, cuando pasan los siglos
y el olvido inunda nuestra memoria de ciempiés
más vale que te lo repita de nuevo mil veces
una y otra vez: la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al mayor
la afinación correcta para el canto del polluelo
porque aunque sea más que puro
hay alguien que lo enferma
allí, en esa esquina triste de su casa
allí, cuando lo golpea su padre y hacen sal
sus bofetadas, sus gritos bañándose en su zamarreada sangre
en sus heridas, en el rincón más pobre
de sus sueños descosidos
allí, o sea, en este instante
hay alguien que se oculta y como todos
no hace nada
de nada de nada
como todos siempre
qué más da.

¡Paf!
Silencio.
¡Paf! Resonó la cachetada del gusano golpeando a su hijo.
De pronto, de improviso, de golpe el golpe
pudo más que treinta Queltehues rezando.
In fraganti pillamos la lepra del hombre
su ceja marcando las cinco
de la tarde del té delató la escena
más obscura y frígida del teatro universal:
hay ahí y ahora un padre un hijo
y un destino que no más que lepra.
¡Paf! No hay respuesta.
¡Paf! Y no hay más que lepra.
¡Pum! Y los ciempiés nos hacemos los milpiés
para huir más rápido que ahora
y sí, allí, aunque no lo creas
el niño sigue amándolo
sigue aún chileno
sigue aún diciéndole
sigue tocando su guitarra
sigue cantándonos su canto:

“Para qué me escuchas
si después me guardas
si después me olvidas,
si después sigues tu vida
sin saber que ahora la escuchas
y después la guardas
y después la olvidas”.

En: Aliaga, Cristian. Escribir en la muralla. Poesía política mapuche. Ediciones del IMPC y Ediciones Centro Cultural de la Cooperación, 2010. Buenos Aires.

lunes, 5 de diciembre de 2011

HERPES


(Pablo Ayenao – Temuco)
                                                                
¿Por qué no fui una estrella infantil?
¿Por qué no salí en la tele actuando, bailando, cantando, o por último recitando poemas de amor en el Chile de Pinochet como el peñi Emilio Antilef?
Yo puedo levantar el rating y generar una publicidad desbordante.
No debe ser tan difícil.
Si  soy más tierno que Shirley Temple.
Si tengo el abdomen más firme que mariscal de campo.
Si tengo más neuronas que hijo de millonario.
Si puedo drogarme más que astro hollywoodense.
Si en las venas tengo más calle que Tupak Shakur.
Si tengo el pene más grande que actor porno con priapismo
( no estoy tan seguro, pero debemos andar por ahí).
Yo puedo hablar de arte, literatura, religión, política, semiótica, feminismo,
postfeminismo, postmodernismo y hasta de postmapuchismo.
Naomi Klein, Beatriz Preciado, Anaís Nin, Judith Butler, Susan Sontag,
son  mis lecturas de cabecera.
Advierto que no soy terrorista,
pero puedo poner una bomba en el camarín
sólo si buscan opacarme.
Necesito  con urgencia conquistar un cupo en cualquier industria cultural
(soy seguidor de Adorno y Horkheimer).
Este hermoso rostro que me legó el mestizaje requiere atención.
Por eso reclamo un casting ¡Inmediatamente!
Incluso puede ser en una editorial independiente, izquierdosa, levemente cool y alternativa, que busque nuevos valores literarios.
Soy materia dispuesta.

De: Ayenao, Pablo. Flúor Definitivo.

DESDE EL ENCIERRO



















Imagen: Palin
Fotografía: Erwin Quintupill. Saltapura 05.09.10. Foto Erwin Quintupill 

(Wewün Nagtül – Temuco)

Iremos hermano iremos
Por el camino del cielo
Cambiaremos nuestro olvido
Pues supimos recordar…

Aún somos la gran fuerza
Que con bravura sabrá defender
A nuestra madre y hermana también…

En brazo fuerte tenemos wiño
Y nuestra voz hará estremecer
Desde el encierro y agobio
Querido hermano querido hermano

Como uno iremos, juntos hermano como uno
Cantaremos la buena canción del hombre pájaro
Que hará despertar nuestro lucero
Que en el gran sueño está…

Iremos hermano iremos hermano
Mapuches somos totalmente admirables
De nuestros ancestros renacimientos somos
Con gran poder
¡Hemos vencido hermano mío y venceremos!

En: Aliaga, Cristian. Escribir en la muralla. Poesía política mapuche. Ediciones del IMPC y Ediciones Centro Cultural de la Cooperación, 2010. Buenos Aires.

YO PECADORA


(Roxana Miranda Rupailaf – Osorno)

Confieso que le he robado el alma al corazón de Cristo,
que maté una flor por la espalda
y le disparé a una cigüeña.
Confieso
que me comí todas las manzanas
y que suspiro tres veces
al encenderse la luna.
Que le mentí a la inocencia
y golpeé a la ternura.
Confieso que he deseado a mis prójimos
y que tengo pensamientos impuros
                        con un santito.
Confieso que me vendí por dinero.
Que no soy yo
y que he pecado de pensamiento
            palabra y omisión.
Y confieso que no me arrepiento.

En: Huenún, Jaime. “20 poetas mapuche contemporáneos”. LOM Ediciones, 2003.

NACÍ ENVUELTA EN LECHE DE MI MADRE…


(Roxana Miranda Rupailaf – Osorno)

Nací envuelta en la leche de mi madre,
traje olor a sangre de mujer.
La tierra abrazó mis pies,
me reconoció la vida.
El vuelo de los pájaros hizo temblar mi alma,
el viento fue mi amigo de la infancia.
Me traía en la llovizna
los ojos mojados de mi abuela.
Y era mi eco que se hundía en el follaje,
la respuesta del laurel plantado por el sol.

En: Huenún, Jaime. “20 poetas mapuche contemporáneos”. LOM Ediciones, 2003.