jueves, 31 de enero de 2013

AL TRES Y AL CUATRO



(Claura Anchio - Temuco)

Me acuesto, duermo algo,
Sueño un poco
Me levanto,
Voy al baño,
Me baño,
Desayuno algo,
Un pan medio tostado,
Por el gas que se está acabando.
Consigo el diario
Hojeo el diario,
Busco trabajo,
Nada apropiado
A mi realidad,
Experiencia mínima
Dos años,
Que no tengo,
Voy al trabajo independiente,
Regreso…
A veces voy al cine,
Cuando me invitan,
Otras al teatro
Cuando es liberado,
Y eso es tarde, mal y nunca…

Extraño un abrazo,
De mi madre,
De mi padre.
Voy al campo,
Porque soy migrante,
No soy agricultora,
No hay clima que lo aguante…
Luego me acuesto, bien tarde
Me levanto temprano
(Dicen que al que madruga
Dios lo arruga)
Pero como no creo en ese Dios macabro,
Me levanto temprano,
Porque creo en las nuevas fuerzas de la mañana…

Escribo algo
Un pensamiento repentino,
Alguna frase como
“Llevo el erotismo escondido
Bajo la falda, esparcido
Por la palma de mis manos”.

Domestico un par de zapatos
Que me han regalado.
Me fumo un cigarro
dos, tres, cuatro,
A veces mi canto
Es un espanto,
Pero a menudo lo hago
la verdad es que siempre
Ha sido un espanto.
Me saco los zapatos,
Camino a pies descalzos, por la casa, por el patio,
Converso un rato
Con el perro, con el gato…
Llega la noche,
Observo a las estrellas,
Las cambio de lugar,
Juego con ellas
(El cielo es habitado
Sorprendentemente
Pero nunca lo observamos)
Oigo las noticias de la radio,
No veo la tele,
Bio-Bio la radio, informando,
Siempre sucede algo
Con mis hermanos mapuche,
Persecución, ! Terrorismo!
Dicen,
Pero de estado, señores, eso lo aclaro
(A mi pueblo siempre han querido subyugarlo
Con el animo de exterminarnos, pero aquí estamos)

Voy al almacén del barrio,
Me compro algo,
Reviso el bolsillo
No tengo un centavo,
Siempre al tres y al cuatro.
Entonces me siento
En el pasto
Y pienso
¿Si todo se lo lleva el viento
Por qué a mi no me ha llevado?
Salgo en bici,
Transpiro y transpiro,
Huelo mi sudor
En su mayor expresión,
Desodorante,
No me he comprado,
Tendré que conseguirlo prestado
En algún supermercado.
Se me hace tarde,
Pregunto la hora
(Menos mal, aun nadie cobra
Por decirte la hora)
Bueno a veces también doy la hora,
Hago la hora,
Llego siempre a deshora.
Pero aquí estamos,
(También este territorio
Nos pertenece,
Y desde hace tiempo
 le hemos invadimos Santiago)

Voy al supermercado,
Por el desodorante,
Compro algo, me piden el peso,
Para un fulano
Hogar de Cristo,
Fondo esperanza,
Techo para Chile,
A la virgen María
A la santísima y desvalida Iglesia Católica,
Prefiero dejar el peso
Para que la cajera cuadre la caja,
Y no  lo descuenten
De su sueldo miserable.
Ah y la propina al empaque
Que no se me escape,
Que no me olvido de aquel mal parido,
A quien con tanto cuidado
Le envolví sus reservas de vino,
¡Hasta sus preservativos!
Ni cien pesos soltó
El viejo.
Si no todo se hace por amor al arte.
Qué desastre.
Para des estresarse
Me fumo un cigarro,
Dos, tres, cuatro.

Y así voy circulando
Como espíritu errante
En luna menguante,
La indigencia
También se comparte.
Así vamos todos
Mujeres y hombres,
Heterosexuales, homosexuales
Bisexuales y lesbianas
Mapuche migrantes.
Un poco distintos,
Pero los mismos,
Los mismos de antes.


12/11/2012.

sábado, 26 de enero de 2013

LAS MUJERES Y EL FRÍO


(Liliana Ancalao – Comodoro Rivadavia)

yo al frío lo aprendí de niña en guardapolvo
estaba oscuro
el rambler clasic de mi viejo no arrancaba
había que irse caminando hasta la escuela
cruzábamos el tiempo
los colmillos atravesándonos
la poca carne
yo era unas rodillas que dolían
decíamos qué frío
para mirar el vapor de las palabras
y estar acompañados
las mamas
todas
han pasado frío
mi mamá fue una niña que en cushamen
andaba en alpargatas por la nieve
campeando chivas
yo nací con la memoria de sus pies entumecidos
y un mal concepto de las chivas
esas tontas que se van y se pierden
y encima hay que salir a buscarlas
a la nada.

mi mamá nos abrigaba
ella es como un adentro
hay que abrigar a los hijos
el pecho
la espalda
los pies y las orejas
dicen así
y les crecen las ramas y las hojas
y defienden a los chicos del invierno
y a veces sale el sol y ellas tapando
porque los brazos se les van en vicio
y hay que sacarles
despacio
con palabras
esos gajos

pero el frío no siempre
lo sé porque esa noche en aldea epulef
dormíamos apenas
alrededor de nuestro corazón al descampado
eufemia descansaba el purrun del camaruco
y la noche confundió su pelo corto con el pasto

era madrugada y eufemia despertó
con la helada en el pelo
y el frío esa vez tenía boca
y se reía con nosotras
se está poniendo viejo el frío nos decían

las mujeres aprendemos
tarde
que hay un tiempo en la vida
en que hasta sin intención
vamos dejando una huella de incendio
por el barrio
ni sé porqué la perdemos
y esa tarde yo precisaba
medias de lana cruda para cruzar la calle

en las ciudades el frío
nos raspa las escamas
punza en la nuca
se vuelve más prolijo
en eso andaba y a la noche
había un hombre en mi cama
o era un niño o un muchacho

yo no quería respirar muy fuerte

tiene las manos abrigadas este hombre
entonces porqué me fui
para ver si salía a buscarme o me dejaba
a que los esqueletos de pájaros
se incrusten en mi cara

como el eco del silencio seré
si no me encuentra
por hacerme la linda
encima me da abismo
este frío
sangre azul.

En: Huenún, Jaime. Antología de poesía indñigena latinoamericana. LOM Ediciones, 2008.

Esta lamgen se me ocurre tierna. Es profesora, dicen. También que se dedica a trabajar con el mapucezugun.

En este poema, me lleva al sentido de los recuerdos de infancia, aunque el personaje principal sea el frío, que es lo que conocemos y que – sin embargo – se nos puede presentar en la forma de un humano, de otro tipo de animal o – quizás – como algo sin vida, pero con existencia.

¡Esos días de infancia! ¡Y mis días actuales! A veces me he preguntado ¿por qué el frío de antes me resulta distinto al de ahora?, aún cuando por vez primera me he acercado a la cordillera. De seguro es lo vivido, lo que llamamos experiencia, lo que me ha transformado la sensibilidad.

El frío alguna vez me abrió los pies, las manos y el rostro. De pronto lo he vuelto a recordar. Ahora los niños llevan zapatos. Nosotros, íbamos descalzos.

Y ¿qué me dicen del frío de los ojos o… el de un bosque exterminado? Por nombrar algo, nomás.

ALGÚN DÍA MI CORAZÓN GALOPARÁ A ORILLAS DE LOS MONTES, COMO PÁJARO


(Bernardo Colipan – Osorno)

Bastante grande es el asunto.
Bastante grande es la palabra.
Es por eso que estamos aquí.
Por siempre sufrió esta tierra,
de lejos vienen todas las desgracias:
Cornelio Saavedra, Gregorio
Urrutia, todo
el Séptimo de Línea.
Vienen como un pájaro grande.
Por eso todo mi aliento
es para un corazón joven.
Y ya está cansado mi pensamiento,
pero todavía salen palabras.
Tendré un día o quizás una noche
para descansar.
Mis konas me levantarán.
A orillas de la tierra
defenderé los corazones.
Algún día también correrán mis hijos,
galoparán a orillas de los montes
Como pájaros.

En: Huenún, Jaime. Antología de poesía indñigena latinoamericana. LOM Ediciones, 2008.

CARTA A KURT KOBAIN A UN AÑO DE SU PARTIDA


(Erwin Quintupill – Saltapura)

Invierno del 94,
al sur del planeta.

Te saludo, aunque tal vez ya no estés, aunque tal vez ya no te encuentres al otro lado del océano, del mar.

Recién vengo a saber que la misma luna nos estuvo alumbrando, el mismo sol nos apareció cada mañana. Ahora que ya es invierno. Ahora vengo a saber de tu existencia, cuando estoy leyendo que te has muerto.

Yo entiendo, pues, no sé por dónde pueda seguir el arco iris destilando el ácido que llueve sobre el centro de cada minuto. Las ilusiones fallan, desaparecen, cuando todos los relojes marcan una hora diferente, cuando la lluvia no deja de caer o de subir, cuando encuentras un ave moribunda en la puerta de tu casa o cuando nada se detiene.

Por dónde se ha de ir, si todos los ojos se ocultan, si sólo quedo yo en busca de una gota de rocío, si la sangre corre lenta por las venas (por las arterias, también), si no puedo recordar el día en que me fui, si las piletas de todas las plazas están secas.

Por eso, a veces se pierden los colores del arco iris y sólo queda la noche.

Cuando puedas, ven a verme. Aparécete en alguno de los ríos del sur, flotando hacia las nieves. Sé la sombra de los cóndores que bajan de la cordillera, el imperceptible movimiento de los espíritus. Yo te reconoceré. Estaré esperándote: convida a los demás. Se nos atardecerá danzando.

Es una promesa.

jueves, 24 de enero de 2013

Sin título



Elvira Paine

(Erwin Quintupill - Saltapura)

Elvira estuvo como yo, incansable, escuchando la Historia de los tiempos, envuelta en el humo, y creció mirando el suelo como quien mira su rostro en las lagunas que florecen en invierno.

Un día, como yo, viajando bajo el suelo con el rostro inmóvil reflejado en las ventanas, estuvo llorando en el silencio.

Cuando el sol trajo las golondrinas, recordó que bajo la lluvia las ovejas comenzaban a parir.

Entonces divisó el blanco de las tumbas sobre Antiquina y un jote sobrevolando el firmamento de sus sueños, hasta que la sonrisa de sus ojos se cubrió con la neblina del mar, que rugía en el patio de su casa.

El trigo era amarillo cuando yo la conocí y en el alma de Brígida - la que volvió - había una tristeza más grande que los robles.

(Inédito)


Escultura de Lino Raguileo
Saltapura, octubre 2006.
Fotografía: Erwin Quintupill

Elvira Paine fue una joven dirigente del sector Antiquina, provincia de Arauco, que se destacó por ser una de las pocas mujeres que se hicieron presente durante los años de dictadura. Falleció a muy temprana edad. Le sobrevive Elvira Magdalena.