martes, 13 de diciembre de 2011

NIÑO CHILENO CON GUITARRA A PALOS


(Tamy Meulen – Santiago)

Allí
cuando te golpea tu padre y hace ¡paf!
su cachetada, su ceja ciñéndose marcando las cinco
de la tarde, del día, de sus cloacas chilenas no africanas
o del pesebre más remoto de sus pantalones descocidos
Allí, en la escenilla más oscura del teatro universal
sin casi sin pudor alguno
salen a ocultarse raudos los ciempiés
que nada entienden de nada de nada
y por lo mismo es que la vieja Queltehue prefiere dormirse
sin saber hasta qué punto podrá volar su cara rota
después de insistir, in fraganti, qué más da:
la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al menor
la entonación la de la cuerda la adecuada
o de la oruga endurecida y atiesada
que retiene entre ceja y ceja
a propósito de la ceja de tu padre, que es mejor
llamarlo ahora gusano de gusanos
o lepra de lepras, sin ofender a los leprosos, por supuesto.

Por si acaso, te cuento que si te golpea tu ya dicho ese
a propósito de la Queltehue que olvidó
eso que pasó a la ahora del té
cerca de tu casa donde alguien te hizo ¡paf!
te contaré que en el nido de la vieja que ahora es madre
tres polluelitos de alma pura, como la de los travestis
puros de verdad, puros como los ya antiguos cigarrotes de la isla
tropical, cubana, puros de alma o puros cuentos
puras leseras dirán
pero no dirán ni una palabra los citados polluelitos
que desconocen, que no saben, que son puros, ya te dije.
Ahora bien, si por casualidad intentas sumergirte
en el mar rojo de tu sangre zamarreada
o en el negro oscuro de tu cuarto negro
ahora carcomido por los espantadizos
acurrucados, carcomidos ciempiés carcomidos
yo no sabré qué decirte
niño chileno con guitarra a palos
pues tú eres un polluelo más de la Queltehue
tú eres uno más de los que canta
sin saber de todo.

Y sí
aunque ya no exista algún sentido para decir sí
o aunque se hallen desaparecido todos los recuerdos
para vomitarles no, y a pesar del pesar
de todo eso que pasó como a eso de las cinco
casi al lado de tu casa donde alguien te hizo ¡pum!
Sí, aunque todo, aunque casi ya no duela
ese alguien es tu padre, niño sombra niño África
y tú sigues amándolo y tú sigues diciéndole
y tú sigues limpiando sus zapatos
y tú sigues bebiendo de su lepra
y tú sigues catándole tus cantos
a pesar de todo, a pesar que casi ya ni sangran sus patadas
y al ciempiés, aún así aún asá
nada le importan estas cosas
al igual que a la Queltehue vieja
que no ha dejado de mirar mis ojos
que no ha dejado de mirármelos como diciendo:¡Vete!
o yo me volaré otra vez
y otra vez me chuparé al gusano para regurgitártelo
de nuevo, a vuestros hijos
mis polluelos.

A quién le importa escuchar estas cosas
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
que la tole tole de la vida ha succionado
algo más que un par de ciempiés de tu tierra seca:
¡Cuidado! La Queltehue está mirando
la Queltehue cuando el niño sangra y llora
cuando sangran y lloran sus sueños de niño
su cuerpo de polluelo
y aún así sigue cantando sus canciones, a pesar que nadie
de nadie de ninguno acude, in fraganti, qué más da:
su padre lo enferma su lepra lo golpea ¡paf!
y la Queltehue llora a mese ¡paf! Y la Queltehue reza a picos
y todos chillamos y nos hacemos los buenos
a la mala a la mala nos hacemos los sensibles
pues son casi las cinco y es hora del té
qué pasaríasi te qué pasaría si te
que pasaría si te digo esto:
el niño chileno está mutándose en un hombre
y los ciempiés se ocultan
y la Queltehue duerme siesta.

Por si acaso, durmiendo sí está
con sus tres chicuelos
pero, en todo caso, cuando pasan los siglos
y el olvido inunda nuestra memoria de ciempiés
más vale que te lo repita de nuevo mil veces
una y otra vez: la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al mayor
la afinación correcta para el canto del polluelo
porque aunque sea más que puro
hay alguien que lo enferma
allí, en esa esquina triste de su casa
allí, cuando lo golpea su padre y hacen sal
sus bofetadas, sus gritos bañándose en su zamarreada sangre
en sus heridas, en el rincón más pobre
de sus sueños descosidos
allí, o sea, en este instante
hay alguien que se oculta y como todos
no hace nada
de nada de nada
como todos siempre
qué más da.

¡Paf!
Silencio.
¡Paf! Resonó la cachetada del gusano golpeando a su hijo.
De pronto, de improviso, de golpe el golpe
pudo más que treinta Queltehues rezando.
In fraganti pillamos la lepra del hombre
su ceja marcando las cinco
de la tarde del té delató la escena
más obscura y frígida del teatro universal:
hay ahí y ahora un padre un hijo
y un destino que no más que lepra.
¡Paf! No hay respuesta.
¡Paf! Y no hay más que lepra.
¡Pum! Y los ciempiés nos hacemos los milpiés
para huir más rápido que ahora
y sí, allí, aunque no lo creas
el niño sigue amándolo
sigue aún chileno
sigue aún diciéndole
sigue tocando su guitarra
sigue cantándonos su canto:

“Para qué me escuchas
si después me guardas
si después me olvidas,
si después sigues tu vida
sin saber que ahora la escuchas
y después la guardas
y después la olvidas”.

En: Aliaga, Cristian. Escribir en la muralla. Poesía política mapuche. Ediciones del IMPC y Ediciones Centro Cultural de la Cooperación, 2010. Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario