lunes, 12 de noviembre de 2012

ROSA

(Erwin Quintupill – Saltapura)

Este viejo poema fue incluido en la antología “Epu mari vlkantufe ta faciantv. 20 poetas mapuche contemporáneos”(Huenún, Jaime. LOM, 2003).

Rosa y los suyos – mi amigo José y sus hijos – están bien. Bastante crecidos los últimos, ignoran la existencia de este poema emocionado que me surgió del coraje de su joven madre.



Cuando supe lo de ti, Rosa
se me volcó el pecho desde adentro,
se me apretaron las sienes
y pensé en tu rostro moreno,
en tus pies semidesnudos,
en tus días de incertidumbre,
en el fogón de tu casa,
en las gotas de lluvia que a veces me han mojado.
Pensé en tu rostro serio,
en tu seno desnudo,
en tus hijos creciendo, Rosa.

No pude llorar, no quise.
Miré la puerta abierta de mi casa
y pensé de nuevo en el patio de la tuya,
los manzanos y las gallinas,
tus hijos corriendo,
el sol del verano.
Miré las nubes.
Está claro que la primavera se nos acerca, Rosa.

Apreté las manos en la madera de la silla
y sentí la humedad muy dentro de mis ojos.
No lloré, no pude, no quise.
Recordé tu blusa floreada de cuando él, tu marido,
te llevó a la fiesta, unos tres años atrás.
Tus manos preparando huevos
y el pan caliente que sacas desde las cenizas, Rosa.

No quería pensar en nada que no fueran los recuerdos,
como si no estuvieras,
como si nada hubiera ocurrido.
Pensé en el sonido, en el aviso
de que algo ya no estaba
“de mi niño cayendo entre las aguas”
y tú sin ver, sin escuchar, sin llamar a nadie
cayendo también entre las aguas,
pero no cayendo sino lanzándote a las aguas,
a la profundidad del pozo en el patio de tu casa, Rosa.

Pensé en José, mi amigo, tu marido, Rosa.
Pensé en lo no ocurrido,
en mi padre y mi madre que ya no están.
Pensé en tu cuerpo cayendo en la oscuridad
buscando con las manos con los ojos y los pies
hasta alcanzarlo, hasta encontrar ese pequeño bulto tibio,
regordete semiflotando abajo en el fondote lo nunca imaginado.

No voy a negarlo, Rosa,
no quise, no pude llorar.
Pensando en lo impensado, en lo nunca imaginado,
en la grandeza, en tu grandeza bajando hacia el abismo
de la vida o de la muerte,
en tu tibieza de madre joven, preñada y vuelta a preñar,
en el calor de tus panes y también de tus miradas,
en el querer la vida de tus hijos
del mismo modo que alguien alguna vez quiso la vida que ahora tengo.

En: Huenún, Jaime; “20 poetas mapuche contemporáneos”. LOM Ediciones, 2003.

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