domingo, 19 de julio de 2009

DOS (MISIÓN DE LA COSTA)



(Jaime Huenún – Valdivia)

El traía un cargamento de abarrote en la montura,
y una calfinita de aguardiente en el morral,
“Grítenme montes y valles
háblenme piedras del cerro”, cantaba
ya borracho,
con los ojos todavía encandilados
por las luces y los bares
de la calle República.
Las estrellas se caían a pedazos esa noche, paisanito,
meteoros que les dicen los del pueblo,
pero el mar las detenía entre sus rocas
y pudimos dormir sin sobresaltos.
Buenas noches, nos dijimos, buenas noches.
Un chonchón rozó la ruca. Fue de encanto.
Mi abuelita hizo una cruz en la ceniza,
y quemó un par de trintraros que me andaban
en la nuca y en la frente.
Desperté bajo unos notros florecidos,
con los labios amargados
por el vino y la intemperie.
Mi caballo descansaba junto a un álamo;
y soltó un relincho fuerte
corcoveando.
Ahí mismo lo corrí y le di alcance,
y lo monté y lo galopé hasta el rancherío.
Le gritamos ¡párate, Juan, arráncate!,
pero él venía del pueblo
y traía el cuerpo malo.
“Grítenme montes y valles,
háblenme piedras del campo”, cantaba
de costado en la cuneta.
Rematado dicen que fue,
aunque ya había muerto
mucho antes que dejara cantar
esa ranchera.

En: Huenún, Jaime. Ceremonias. Editorial de la Universidad de Santiago de Chile, 1999.
Fotografía: Vaso y botella (Erwin Quintupill)

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