(Javier Milanca – Valdivia)
A mi pueblo del sur: Los Lagos.
Ellos plantaron en la greda la sutil inercia
de la muerte
Dejaron que el recodo sea memoria, que el
cerro sea lápida atenta
Y que el río se convierta en lluvia los
últimos suspiros del delirio
Y así fue que sobre el hueso y el cráneo
aterido
Se desparramó el cemento ajeno
Y el paño verde de la maleza se cubrió con la
telaraña de las casas.
Pero en
ciclo de lluvias lunares el fuego abraza las construcciones
hasta convertirlas en humo incierto
las lenguas rojas derriten en humo las maderas
las fotografías y las ventanas.
Es la venganza de los verdaderos hijos del
arco iris
Que vuelven convertidos en seres crepitantes.
Nadie puede descifrar la premura de las llamas
en la incandescencia de la noche
Puede que de tanto incendio vuelva a reinar
algún día
la soberana estirpe de las nalcas
Y los árboles vuelvan a entonar la canción de
las ramas
Por sobre la pobreza de nuestros techos aplastados
Nosotros, no seremos más que el simple futuro
de la nada.
Los Lagos: eres la flor de loto de un
cementerio de antes
Convertido ahora en un molino de aspas tristes
y humeantes
Tu razón de viejo eterno
Juguetea entre los astros de pies húmedos
Nosotros esperamos bajo las piedras mojadas
Que Pillán duerma la mona en el más allá
nos despierte en su averno
Y nos lance en la cara que toda eternidad
comienza con la muerte
Y que a toda semilla también le precede la
ceniza.
En: Susperregui,
Xavier. Pueblo Mapuche. Poemas. Biblioteca de las Grandes Naciones. País Vasco,
2014.
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