lunes, 23 de abril de 2012

EL NIÑO Y SU BOLSA DE GÉNERO


(Elías Ayenao – Freire)

Por un camino rural de luz y polvo
camina Miguel LLanquimán.
Al hombro, como una flor gigante,
carga su bolsa de tocuyo.

Como en un cofre misterioso
guarda sus galaxias cotidiana:
las estalactitas de un rosario de botones,
la humanidad humilde en sus lápices gastados,
un libro nuevo y la blanca multiplicación
de una cascada de lecturas.

Su bolsa cotidiana
terciada sobre lana cruda de chaleco,
le confiere una dignidad
que lo aísla, lo protege…

Del transcurrir inevitable
del tiempo, de la progresiva extinción
de dientes, de cabellos,
del desgaste fatal, ineludible.

Como envuelto en crisálida de astros,
el niño mapuche con su carita seria,
camina a la escuela de Llollinco.

A la luminosa ingeniería de sus salas de clases.
A la simple constelación del alfabeto en las paredes.
A bancos olorosos a bosque.
A versos escritos en pizarra de mañío.

A su pequeña estampa taciturna,
la circunda un cascabel
de insectos vocingleros,
a su vera le refresca el paso
una verde multitud de nalcas.

No en mochila costosa
de telas multicolores,
la pobreza más noble
en la pureza del tocuyo refulge.

Por un camino de Luz, de polvo
a la simple ingeniería de su sala de clases,
camina Miguel Llanquimán y su bolsa de género
a la rural escuela de Llollinco.

De: “Pewma” Revista de Literatura y Arte Nº 3. Primavera del 2000, p. 20.

No hay comentarios:

Publicar un comentario