jueves, 3 de abril de 2014

PERIMONTUY TA ÑI LAMGEN




Mabel García (presentadora) y Maribel Mora Curriao
Fotografía: Erwin Quintupill

Por Erwin Quintupill
quintupillerwin@gmail.com

Habiéndome hermanado nuevamente con el mate amargo, me pongo – otra vez – a pensar en eso del perimontun[1]. Cuando niño supe del miedo de ir por los rincones, solitario, con la posibilidad de tener un avistamiento con lo desconocido. “Visiones” le llamaban en castellano; pero, como casi todas las traducciones, apenas se aproxima al significado de la experiencia.

Mamá y papá solían hablar de estos asuntos, principalmente en las horas del comienzo de la noche, junto al fogón, mientras mateaban o simplemente conversaban. A ratos me advertían sobre los peligros; pero, jamás me dijeron que había que ir con temor, sólo con precaución. No debes entrar como loco a cualquier sitio; todo tiene un gen[2]. Y si llega a ver algo extraño; por ejemplo, una gallina en un lugar en que no debe estar; entonces, tiene que alejarse y avisar; porque el perimontun puede ser malo y en ese caso hay que hacer algo.

Se dijo que esa noche en que a José le hicieron macitun[3], hubo “visiones” de luces; que desde el alto bajó una bola de fuego o de luz y rodó hasta la “laguna”[4]. Se contó que Miguel “Tropa” se apareció a su gente, después de haber fallecido, que estuvo en las proximidades de su casa. Eso debió ser también una forma de perimontun, en este caso el alwe[5] del finado. Mi padre me dijo que una tarde de verano, en sus años de juventud y en época de cosecha, vio un uyuce[6]. Tiene forma de tizón, me contaba o como de un cigarro grande que avanza no muy rápido[7]. Fue allí, “al otro lado”; apareció desde allá, del lado este y avanzó hacia “Millacoy”[8] y por allá se perdió.

Era un cherufe.
mis ojos despavoridos
lo vieron
en una tarde de verano
cuando yo era niño.
(…)
Era la hora del crepúsculo,…
(…)
Una descomunal cabeza de serpiente
con las fauces abiertas,
como tratando de alcanzar su presa…



En el monte, especialmente en los quilantales[9] o entre los matorrales puede haber cinifilu[10]; por eso, hay que entrar  con cuidado a esos lugares, y si llega a ver uno, debe retirarse rápidamente y pedir disculpa por haber entrado así, aunque ande haciendo algo de trabajo.

Muchos años después, me han contado otras formas de avistamientos: “En el junquillar, en el puente que hay frente a Eugenio, para pasar a la vega, donde Rigo, una vez vi pasar un perro blanco lanudo. Se perdió de repente. Nadie tenía perro de esa clase (por aquí).

“En ese mismo lugar, en otra oportunidad, vi una pareja de carabineros, conversando. Les brillaba la gorra. (Marta Canales, mayo de 1994).

Por su parte Herman Raguileo (mayo de 1994) narraba: “Otra vez, fue que yo me vine por Kuraliwen, en el alto. Vi, desde la tranca, en la era de mi tío Pablo un fueguito chico que alumbraba. Me subí arriba de la tranca, para ver mejor. Había pensado ir (hasta) allá mismo; pero, pensé en los perros mañosos de mi tío y que podrían pensar quizás qué cosa si me vieran allí. Así que no fui.

Después, ellos me contaron que más o menos en la misma fecha, habían estado limpiando (la) era. Después que se fueron para la casa, de repente vieron (a) varios niños chicos que estaban limpiando también.”

Por mi parte, mi primera experiencia con lo desconocido fue cuando tenía aproximadamente unos 13 años. Fue una noche de verano, como a las 11. Vi en esa ocasión una luz de comportamiento extraño, inexplicable. Se movía lentamente, de modo sinuoso y pasaba por encima de un cerco muy alto, formado por kila, koliwe[11], otros arbustos y árboles como hualles[12] y boldos[13]. Era parte de ese cerco, también, una empalizada de talla mediana. ¿Qué puede movilizarse de ese modo? Es cierto que se trataba de una luz; pero, no estaba conducida por humano alguno. ¿Acaso existe un ave que pueda portar semejante lumbre? Estaba acompañado de otras dos personas de mi misma edad que también la vieron. Avisamos a las personas mayores que estaban en el interior de la casa. Le indicamos el lugar y nada vieron; pero, nosotros sí observábamos claramente lo que estaba aconteciendo. Tuvimos miedo.

Posteriormente, he tenido otras experiencias del mismo tipo; pero, nada tan espectacular como aquella. Y perdí el miedo. Ya crecido, me he quedado largo tiempo observando a la distancia. Nunca he logrado una explicación. En mi modo lógico no he hallado la comprensión para tales sucesos, aún. A veces pienso que la energía de la materia tiene formas insospechadas de pronunciarse. También supe que los machos culebras se agrupan, se “apelotonan” alrededor de la muchacha deseosa y por eso – creo – que el impacto no será tan grande cuando me encuentre sorpresivamente con un cinifilu.




Tales han sido mis experiencias anteriores al PERRIMONTUN de Maribel Mora Curriao (Konünwenu. Editorial Indígena de Chile. Santiago de Chile, 2014). ¿Por qué llamaste de ese modo el libro?, le pregunté esa tarde lluviosa del lanzamiento en Temuco. Tuve sueños, me explicó. Finalmente, llegué a la construcción de este libro, agregó.

Lo cierto es que “Perrimontun” es un conjunto de poemas un tanto desgarradores, surgidos de la memoria, de aquellas conversaciones con sus mayores. Así, el libro se transforma en una narración colectiva, al estilo de lo que ocurre con los epew y otros tipos de relatos en el mundo mapuche. Hay también reflexiones desde la vida propia, la de ella, la que comparte con las demás mujeres.

A algunas como yo
la vida se nos hace nudos
se nos atragantan las palabras
y nos corroe el tiempo
de la luna.

A algunas como yo
se nos prohíbe
ser lo que somos
porque entonces
el mundo temblaría
los hijos           nuestras casas
los cimientos               las religiones.

Tiemblo al leer estos últimos versos. Ojalá esta poesía sea premonitoria.

En el desconocimiento, siempre creí que la poesía de Maribel era algo distante a mis asuntos. Ahora, comprendo que no es así, que de algún modo hemos compartido las mismas historias.

Hace años atrás participé de un proyecto con niños que tenía como fundamento creativo el encuentro con los relatos (Afunalhue, 2007. Comuna de Villarrica). En esa ocasión me enteré que sus antepasados – los de los niños del Proyecto – llegaron hasta allí huyendo de la furia chilena, desde algún lugar de San José de la Mariquina. Don Felipe Paluan, a esa fecha (2007) con 86 años, nos contó: Iban a ser muerto por los wigka. De ahí se corrieron mejor, porque quedaban muy chicos de tierra… y como por acá había tanta tierra desocupada. Llegaban (y) se instalaban, no más. No había ningún problema. Después pasó la Radicación y sacaron tierra. (…) (Mi papá) hizo población allí en el bajo. Actualmente, está ahí mismo un hermano. (Venían) de San José (de la Mariquina)… Por allá hay familia Puelpan y Cariman. Nosotros, netamente el apellido era Cariman. Finao mi tío, el mayor de todos, ese cambió el nombre…” Llegaron en carretas y caminando, a lo largo de días y noches, avanzando en busca de un sitio seguro para sus hijos y ellos mismos… huyendo. Pero, en Wajmapu existían sitios aún en donde guarecerse.

Y Maribel o – mejor dicho – sus antepasados, entre ellos el viejo peñi Manuel Curriao, presente en el acto de lanzamiento, cuenta:

Entonces la luna alumbraba nuestras cabezas, Mankekura nos cobijaba en las quebradas y los ñirres, nuestros hermanos, guardaban nuestros miedos. Pero la semilla se volvió gusano y la noche un zumbido oscuro en nuestra cabeza, cuesta abajo con nuestros sueños, huimos de las montañas. Los piam y los antiguos nütram de los abuelos  se oyeron con fuerza mientras marchábamos. Nosotros cantábamos para no escucharlos, soñando dichosos los años venideros. Torcazas y tiuques nos acompañaron desde lejos, los graznidos del güairao coronaban el desvarío.

Por todo el nag mapu, hermanos,
caminaremos.
Por todo el nag mapu, hermanos,
caminaremos.
Haremos nuestras rucas
a la sombra de un canelo,
Por todo el nag mapu, hermanos,
caminaremos.

Criaremos wakas y ovejas,
sembraremos trigo
junto a las palabras.
Secaremos changle
junto a los miedos.
En otros valles,
en otras tierras.
Nuestros hijos
buscarán el voki,
trenzarán nuevos sueños.
(…)

Así fue como Maribel llegó a nacer, para ser la mensajera de la historia pasada, para contarle a su descendencia la memoria de los hombres y mujeres de la montaña.

Pues, y no digo más; porque no soy crítico de oficio. Esta larga nota habla de la impresión que me causa la lectura del primer libro de poemas de mi lamgen. Es también una invitación a buscarlo y leerlo. ¡Hay tantas formas de aprender a vivir! Hace años atrás un grupo de estudiantes adultos me decían que la poesía era algo “fome”, “aburrida”, “romántica”… Y me di cuenta que la mayor parte de la gente que ha tenido la mala suerte de haber sido domesticada por la escuela chilena, tiene esa impresión del lenguaje poético. Entonces, les presenté una selección de poemas de autores chilenos y mapuche y quedaron sorprendidos. No ocultaron su impresión y se mostraron atentos, principalmente “extrañados” por la diversidad de temáticas que abordaban los escritores que les presenté. Por eso, no ceso en mi empeño.

¡Ah! Y ¿cuál(es) es(son) el(los) perimontun de la autora? Pues, lea el libro y lo descubrirá… y los suyos, probablemente.

Buenos sueños a todos/as.




Maribel Mora Curriao
Fotografía: Erwin Quintupill


[1] Perimontun: Avistamiento de algo desconocido.
[2] Gen: Energía que “mueve” a los cuerpos. (Entiendo el movimiento como una de las propiedades de todo ser viviente y también como el cambio de posición en el espacio, desde algún sistema de referencia o lugar de observación).
[3] Macitun: machitún.
[4] “Laguna” o Launa: Se trata de un majin (mallín) grande, al que la gente lama de esa forma.
[5] Alwe: Energía o espíritu que deja el cuerpo y que no se aleja como normalmente debe ocurrir; entonces, permanece en las proximidades. Se le debe hacer una ceremonia para que se vaya y descanse definitivamente en “la otra tierra”.
[6] Uyuce: Uyuche.
[7] Anselmo Raguileo, hermano menor de mi padre, escribió un poema que llamó El Cherufe, en que narra un suceso semejante. (Ver: En: García, Mabel y Galindo Sylvia; Poesía mapuche. Las raíces azules de los antepasados. Editorial Florencia, 2004.
[8] Millacoy: Comunidad ubicada al oeste de Saltapura. Hasta la Radicación formó parte de un mismo lof junto a Saltapura y otras comunidades aledañas.
[9] Quilantal: Conjunto de kila (Chusquea cumingii).
[10] Cinifilu: Conjunto de culebras que forman algo semejante a cini (chini), un cesto bajo y amplio confeccionado con tallo de enredadera, por ejemplo de kopiwe u otra trepadora semejante.
[11] Koliwe: Chusquea couleu.
[12] Hualle o Koyam: Nothofagus oblicua.
[13] Boldo (Folo): Peumus boldus.

2 comentarios:

  1. Hola Erwin

    Me provoco un remembranza profunda tu comentario de la poesía de Maribel, y recordar nuestros propios perimontun, en mi caso en el lugar donde vivían los abuelos maternos, campesinos ellos en la cordillera de la costa cerca de Talca.Saludos.

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  2. Hola Erwin

    Tu comentario de la poesía de Maribel, me llevo a evocar mis Perimontun, en un lugar de la cordillera de la costa cerca de Talca, donde habitaban mis abuelos maternos, Ursula y Pedro , campesinos ellos, con muchas historias , que habitualmente se conversaban en las noches cerca del fogón en invierno o la luz de las estrellas en verano. Saludos.

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