
(Sebastián Queupul – Ralipitra – Nueva Imperial)
De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo.
Absorbiendo el aceite de las bestias enormes,
de las bestias que nada sienten,
ni el rodar agigantado de la noche
ni la agonía prematura del orbe.
Sobre la corona de las espinas languidecidas,
quebro mi lanza dentro de la hoguera ardiente,
para calmar la sed de vida que no muere,
para morir lanzando quejidos débiles.
La inmensa noche me entrega una porción de larvas,
un puñado de insectos inquietantes.
Es una noche sin luz, sin la piedad dormida
y cada sombra enhebrando gusanos andantes.
Cabalga mi mente años esqueléticos.
Succiona jugos de espinas que no hieren.
Sobre la débil planta de mi seso,
se detiene la marcha de la noche negra.
En la penumbra de una idea apresurada,
se trajea un perfil angustiado.
En su mente se posa un rifle acerado del tiempo
y un vagón de esperanzas muertas.
De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo…
De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo.
Absorbiendo el aceite de las bestias enormes,
de las bestias que nada sienten,
ni el rodar agigantado de la noche
ni la agonía prematura del orbe.
Sobre la corona de las espinas languidecidas,
quebro mi lanza dentro de la hoguera ardiente,
para calmar la sed de vida que no muere,
para morir lanzando quejidos débiles.
La inmensa noche me entrega una porción de larvas,
un puñado de insectos inquietantes.
Es una noche sin luz, sin la piedad dormida
y cada sombra enhebrando gusanos andantes.
Cabalga mi mente años esqueléticos.
Succiona jugos de espinas que no hieren.
Sobre la débil planta de mi seso,
se detiene la marcha de la noche negra.
En la penumbra de una idea apresurada,
se trajea un perfil angustiado.
En su mente se posa un rifle acerado del tiempo
y un vagón de esperanzas muertas.
De rodilla en mi féretro, llorando
con las lágrimas cuajadas gota a gota,
con un amarillo mirar de todos los muertos,
lanzo los ojos muy abiertos hacia el cielo…
En: García, Mabel y Galindo Sylvia; Poesía mapuche. Las raíces azules de los antepasados. Editorial Florencia, 2004.
Imagen: Teñido de lana (Saltapura)
Fotografía: Erwin Quintupill